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El Temulento

19/12/2011. Rincón Literario > Poesía

Dr. Joaquín Castellanos, uno de los más notables hombres de la poesía salteña, fue gobernador de Salta y su erudición en las letras competía solamente con su honradez y hombría de bien. En el borracho nos deja muchas rimas que confluyen en una suerte de tratado de filosofía existencial.

   

      I

¡Ya van tres noches de festín! En ellas,
ávido el corazón de un algo inmenso,
toda una vida en el placer condenso
y aún tengo hambre de placer y amor.
Quiero beber mi juventud de un sorbo
del goce en la frenética locura,
como en el ansia de la sed se apura
una copa repleta de licor.

¡Afluye a mi cerebro en onda cálida
la sangre, haciendo estremecer el pulso;
y vacilante, trémulo, convulso,
con nerviosa inquietud
siento que el aire a mis pulmones falta;
mi pecho en sorda agitación palpita,
y el golpe seco al retumbar imita
del martillo clavando el ataúd!

¡Corra el delite para mis a audales;
más que la tempestad temo la calma;
tormentas de placer sacudan mi alma
que harto conoce ya las del pesar!
¡Dadme el ardor de las pasiones locas,
dadme un edén de tropicales flores;
quiero aturdirme en un frenesí de amores
y en un salvaje vértigo gozar!

¡Los pobres hijos de la vida mínima,
que en toda conmoción ven un desorden,
son incapaces de entender el orden superior
de una vasta convulsión;
sólo los hijos de la vida máxima
sienten las cataratas musicales
y los inmensos ritmos potenciales
de la naturaleza en conmoción!

¡Yo antes amé la vida del desierto,
a donde libre el corazón se expande,
a donde el hombre, inculto pero grande,
parece dominar la inmensidad;
¡ay!, yo envidiaba al hijo de la pampa,
al rey de la llanura primitiva,
cuando tenía en su extensión nativa
por única rival la tempestad!

¡Hoy busco las ciudades; hoy prefiero
la sucia fonda que con luz mezquina
amarillenta lámpara ilumina
a un paisaje bellísimo con sol;
la taberna es mi hogar; en este sitio
donde se goza, porque en él se olvida,
vengo a tomar venganza de la vida
usando como un arma, el alcohol!

¡Aquí llegan los náufragos del mundo;
aquí en la pobre y mísera taberna
el pueblo alivia la tristeza eterna
de un dolor cuyo fondo nadie ve;
este es el sitio, la fatal guarida
en donde a unos la miseria lanza,
a otros un amor sin esperanza
y a muchos como a mí...yo no sé qué!

¡Es como esas honduras que en los montes
doran apenas pálidas vislumbres;
a veces lo que rueda en las cumbres
es allí donde cae;
sordas borrascas su interior conmueven,
estallan silenciosos cataclismos,
y tiene, como todos los abismos,
el misterioso vértigo que atrae!

¡Irresistible vértigo!...; conozco
un hombre del alto ingenio, allí perdido;
ebrios los padres de su padre han sido,
su padre y sus hermanos ebrios son;
los tristes frutos de su amor, los rasgos
de esa fatal herencia llevan fijos,
y ebrios serán los hijos de sus hijos,
¡ay!, hasta la postrer generación.

Yo he visto en frente a la taberna el cuerpo
de un joven bello de gallardo talle,
que un día sobre el cieno de la calle,
entre un charco de sangre amaneció;
no tuvo quien lo asista, en moribundo;
su último y doloroso ¡adiós! al mundo
nadie en el mundo oyó!

¡Eso me espera a mí..., pero bebamos!
Adentro, mis gozosos camaradas
bailando con mujeres alquiladas
se agitan al compás de un acordeón.
Allí en un charco de licor, un ebrio
resbala y cae...; palmotea y mofa,...
tumbando en tierra impreca y filósofa,
He ahí al hombre, al rey de la creación!

II


De un organillo que en la calle suena
mezclan al vago acorde, sus ronquidos,
los que chorreando baba allí tendidos
duermen en el sopor de la ebriedad;
al fin se tiñe ese grotesco cuadro
con la luz virginal de la mañana;
yo me acerco a mirar de una ventana
el lento despertar de la ciudad.

Tenue bruma esparcida en los confines
formando a modo de un visible ambiente
la faz del cielo cubre levemente
como un liviano, femenino tul;
con bordes de arrebol, nube plateada,
destacando al Oriente un blanco intenso
ondea y brilla en el espacio inmenso
como la espuma de ese mar azul.

Aún no aparece el sol, pero lo anuncian
los cielos, y la tierra lo delata,
empurpurado a su reflejo el Plata
espacio le disputa y luz al mar.
En sensual a la vez que religioso
Transporte vibra la natura toda,
Como en un regio festival de boda
Solemnizando ante divino altar.

¡Alborozos de amor cantan las aves;
las aguas en su oleaje forman lampos;
y en sus rumores, música; los campos
difunden paz; los árboles salud!
Es el alba de Dios sobre las pampas,
beso del sol a la gentil América,
derrotero de lumbre hacia un feérica
mansión de renovada juventud!

La vista de la aurora me transporta
a un mundo y a una época lejana;
es la hora del toque de la diana
y en distante cuarte suena un clarín.
¡Lo escucho en una orgía, y es el mismo
que allá en los tiempos de la patria, grandes,
retumbó en las quebradas de los Andes
y en los campos de Maipú y de Junín!

¡Oh, patria! ¡Yo, que hasta de Dios blasfemo
y desprecio los ídolos del hombre,
yo me arrodillo al pronunciar tu nombre;
tú eres mi única fe, mi único amor!
¡Cuánto envidio a los mártires sin gloria
que con la sangre ardiente de sus venas
mojaron del desierto las arenas,
su vida dando por guardar tu honor!

¡Quién fuera de esos héroes ignorados
que sucumbiendo a tu bandera fieles,
reclinan su cabeza sin laureles
en sepulcros sin flores, ni inscripción;
¡ah, pero ahora en vez de noble sangre
inmundo barro nuestro suelo alfombra!
¡Ni siquiera morir bajo la sombra
se puede de tu amado pabellón!

¡Almas de ardiente inspiración bañadas,
jóvenes bardos de la patria mía,
no olvidéis que la grande poesía
es hija de la santa libertad!
¡Cantáis brisas y flores, cuando al pueblo
hay manos que sacrílegas oprimen!
¡Escarneced al criminal y al crimen,
o el cobarde laúd despedazad!

¡Para marcar el rostro de los siervos
o al amo imbécil fustigar con ira
con las cuerdas de bronce de la lira,
poetas, es ya tiempo de imitar
al gaucho noble, al payador valiente
que arranca una bobona a su guitarra
y al extremo de un litigo la amarra
cuando precisa herir al azotar!

¡Oh, patria, al ver que tu destino entrega
a estúpidos mandones, me parece
que de cólera el Plata se estremece,
y pienso en los delirios de mi fe,
que hasta las piedras de las calles sienten
ira y vergüenza de que pisen ellos
donde en los días de tu gloria, bellos,
próceres y héroes han sentado el pie!

¡Ciudad de Mayo, que en un tiempo has sido
la joya de la América latina,
pueblo de Juan Chasaing y Adolfo Alsina,
no, tú no eres el que viendo estoy!
tu brío se apagó; tus ciudadanos
tienen menos valor que tus mujeres,
y una turba ruin de mercaderes,
depositaria de tu suerte es hoy!

¡Comprendes el aprobio y lo soportas
envilecida estás, y estás contenta!
Te han puesto debajo de la misma afrente
Impávida gozando en tu abyección!
¡Yo, degradado en joven, soy tu imagen;
pero así en tu desgracia, patria mía,
yo te amo y tus ultrajes lavarían
con sangre de mi propio corazón.

 

III

 

¡Aquí, desde este sitio y a esta hora,
voy al mundo a mirar a la manera
que solitario en árida ribera
contempla el pobre náufrago en el mar
las tablas sueltas de la rota nave
donde viajaba a los deseados puertos
y mira de otros náufragos los yertos
cadáveres flotar!

¡Allí para un bautismo han madrugado,
y a un niño envuelto con pañales finos
le ponen entre el cura y los padrinos
el sello de la santa religión,
como en la fiesta de la yerra ponen
una señal al infeliz ternero
cuyo destino es ir al matadero
o a tirar el arado en la opresión!
Cruza después un fúnebre cortejo;
con pompa en él la vanidad disputa
los homenajes que el dolor tributa;
¡Hoy cuántos llorarán la que murió!
¡Y antes que el cuerpo frágil se disuelva
bajo la triste lápida mortuoria,
tal vez habrá borrado su memoria
entre los seres que en el mundo amó!

¡Después el cuadro cambia; y de una boda
el grupo alegre desde aquí contemplo;
se agolpan los curiosos hacia el templo,
y en los delirios de su tierno afán,
los novios sueñan que al edén caminan,
sin pensar en su férvido alborozo
que marchan ciegos de pasión y gozo,
y los ciegos no saben dónde van!

¡No saben que el amor como la muerte
nos lleva en dirección desconocida;
toma al azar las almas en la vida,
les hace un cielo próximo entrever,
y los arrastra al vértigo y a la noche;
yo hallé un calvario al fin de ese camino;
implacable al herir es el destino
cuando tiene por ama a la mujer!

Yo quise a una... La adoraba tanto
como si la pasión de muchas vidas
estuvieran en mi alma refundidas;
¡eran un amor salvaje y tropical!
¡Pero fría y tenaz calculadora
me inmoló sin piedad a su egoísmo;
por su culpa me arrastro en un abismo,
por ella soy borracho y criminal!

¡Y ella vive triunfante, y yo caído,
y aún siento que de allá desde su altura
me tiene como atado a su hermosura,
pendiente en el dogal de mi dolor;
así un árbol hermoso en campo ameno
gentil se ostenta sobre verde alfombra,
sosteniendo un cadáver que a su sombra
lívido cuelga de una rama en flor!

Me traicionaron cuando yo tenía
sed de emociones y hambre de placeres;
¿pero a qué maldecir a las mujeres?
No son todas así:
muchas saben amar; y lo que arroja
más hiel y luto en mi existencia triste,
es que yo veo que el amor existe
¡y sé que ya nada existe para mí!

¡Yo necesito emborrachar el alma;
adormecer el corazón; y quiero,
ya que en el campo de la lid no muero,
morir como un pagano en el festín!
¡El paganismo engrandeció la vida
y con su culto embelleció la muerte!
¡Yo que no tuve para laudos suerte,
con rosas quiero arrebolar mi fin!

¡Oh, tú, joven beldad hija del pueblo
que tras el mostrador de una taberna
te han condenado en una orgía eterna
a que marchites tu mejor edad!
ven y deshoja flores en mi vaso;
juntemos mi dolor con tu tristeza;
joya en el barro, pierdes la pureza,
y aún guardas, pobre niña, tu bondad!

¡Entre el horror de la embriaguez y el juez,
estallando en salvaje paroxismo
te vi, rayo de luz en este abismo,
oleadas de furor apaciguar;
si el dolor de los grandes infortunios
arranca el llanto de tus ojos bellos,
alma piadosa, llora por aquellos
que, como yo, no pueden ni llorar!

¿Qué agreste selva del Guazú en las islas
te dio su sombra y apacible ambiente?
¿Qué primavera enguirnaldó tu frente?
¿Qué linfa pura humedeció tu faz?
¿Qué lirio inmaterial llevan tus manos?
¿En tu triste mirar, qué mundo en duelo,
cuál noche inmensa de un remoto cielo
se trasluce en relámpago fugaz?

¡Salve a ti la mujer sin artificios
que el gran pecado original renueva;
después de maldecida, por Dios, Eva,
recién fue madre de la humana grey.
Tú no te vendes, pero no te guardas
por ningún interés, ni aún el más alto;
va hacia el amor tu corazón de un salta,
sin reserva, sin cálculo, son ley!

Alma libre en doliente vida esclava,
busca el olvido como yo, que olvido
hasta tu nombre a tu desgracia unido;
eres la imbautizada para mí,
la mujer natural en que el misterio
del sexo intensifica sus poderes;
con el nombre de todas las mujeres
cuyo dulce recuerdo evoco en ti.

Te iré a solas llamando; sus imágenes
surgen ya en mi memoria una por una
entre destellos pálidos de luna
o en celajes de vívido arrebol;
la que primero iluminó mi Oriente
hacia una estrella en mis visiones sube;
¡la última va triunfal entre una nube
que al sol se dora, pero cubre al sol!

Ellas están en ti, tú estás en ellas;
confundidas contigo van de paso
sus sombras diseñándose en mi vaso
donde miro en reflejo temblador,
de un mundo venidero extrañas cosas,
cosas sombrías de un pasado mundo;
¡Tú no sabes qué inmenso, qué profundo
es el fondo de un vaso de licor!

¡Ven a mirarte en él; ven y desgrana
allí las gotas de tu llanto en perlas
y mientras mi alma se abre a recogerlas,
deshojaremos en un haz gentil
las rosas de tus labios en mis labios;
deja que el cielo en tus pupilas mire;
suspira junto a mí para que aspire
en tu suspiro un hábito de Abril!

¡Pudiéramos huir hacia un desierto!
¡Renacer moralmente en la natura!
¡Donarnos a la luz y a la hermosura
de la vida en su fuente original!
¡Pudiéramos arriar nuestro pasado
como roja bandera que se arranca,
y en nuestro ser enarbolar la blanca
y azul enseña de la paz rural!

La pampa en su confín tuvo misterios
Donde creó de la leyenda el numen
“la ciudad de los Césares” resumen
del nuevo mundo en máximo esplendor;
era un “Dorado” austral que sugería
ansias más bellas que la sed del oro;
de esa visión olímpica el tesoro
fue el ideal de una vida superior.

¡Vida suma en país de semidioses
donde no había psíquicas herrumbres,
donde no había humanas servidumbres
de pobreza, fealdad y senectud!
¡Todo allí era triunfal, todo presagio
de realidades que el futuro abarca;
reino del cóndor, terrenal comarca
que copia el cielo de la Cruz del Sud!

Circundado de indígenas pinares
esplende allí en remoto valle andino
un lago cristalino, cristalino
hasta en el nombre: el lago Aluminé;
entre montes volcánicos sus aguas
un viso espiritual dan al paisaje;
en esa ignota soledad salvaje,
un albergue de amor imaginé.

¿Hace aún milagros el amor? ¿Se cambia
de existencia cambiando de horizonte?
será posible que mi ser remonte
hacia la primitiva sencillez?
Quizás puedas, salvándome, salvarte,
si de mi corazón que resucita
te haces tú una piadosa madrecita,
mientras yo me hago una ideal niñez.

La soledad liberta o aniquila;
vamos allá; tus callas; yo evidencio
que perdida en el mar de tu silencio
náufraga flota mi última ilusión.
Ya no hay ahora juventudes de égloga;
la égloga tiene ambiente a la distancia,
pero ya no la personal sustancia;
falta la primavera al corazón.

IV

 

El extraño poder que rige el orbe,
sin consultarme, sin que yo lo pida,
me hizo el presente griego de la vida
que no puede en verdad agradecer;
al mundo me lanzó como en la noche
arroja el mar un náufrago a la playa;
de este destierro, cuando al fin me vaya,
¿dónde irá lo que hay de íntimo en mi ser?

A la nada, al infierno, a cualquier parte,
que sea lejos, lejos de este mundo,
astro maldito, globo moribundo,
que nutre a la podrida humanidad,
donde abriendo la muerte a cada paso
a nuestros pies alguna tumba nueva,
una mitad del corazón nos lleva
y nos deja a sufrir la otra mitad.

Los trovadores que con pulcro estilo
hacen gemir sus liras enlutadas,
comparan con las rosas deshojadas
una vida infeliz;
la mías es cual las hierbas de un camino
que al sol y a la intemperie se marchitan
el casco de las bestias que transitan
las seca y las arranca de raíz.

Es malo ser poeta, pero es santa
su labor de belleza y armonía;
el pueblo siempre amó la poesía
y yo amo todo lo que vibra en él;
amo el laúd de los cantores tiernos
y de espontáneos naturales sones;
el que interpreta humanas emociones
o los murmullos de épico laurel.

También la inspiración ardió en mi frente;
yo fui poeta en mi niñez; tenía
vivaz, palpitadora fantasía
y abierto a plena vida el corazón.
Yo amaba todo, y todo alguna nota
dejó en mi alma, cuando ardiente y pura,
floreció en blancos lirios la ternura
o en purpuritas rosas de pasión.

Yo fui poeta en mi niñez; mi genio
era en la vida, franco, audaz y altivo;
en la naturaleza, reflexivo,
y triste allá en la interna soledad
donde se aísla en la emoción mi espíritu;
soy sano, y sin embargo desfallezco
a influjo de un terrible mal; padezco
de una incurable sensibilidad.

Yo nunca lloro en el dolor agudo,
y de mi alma en las tormentas graves
me reconcentro en mí, como las aves
que callan cuando sopla el vendaval;
pero en las horas de las calmas tristes
mezclan sus cantos a las voces hondas
del viento, de las aguas y las frondas
en la melancolía vesperal.

Hoy, sólo a falta del amor o el vino,
o cuando el vino o el amor me sacian,
llamo a las musas que mi ser espacian
y sólo acude ya la del dolor;
ella en las fibras de mi pecho pulsa
elementales ritmos monocordes,
rudos como los ásperos acordes
de la tosca canción del payador.

Es que en la selva que asoló el incendio
no anidan ya los pájaros cantores,
el árbol del desierto no da flores,
y cuando da, las seca el huracán;
no tiene arroyos, ni verdor, ni tiene
blandas ondulaciones de colina
la roca abrupta de una cumbre andina,
cráter tal vez de incógnito volcán.

V. La sonrisa de Dionisio:

 

Poetas hay de todo y para todo;
su torre de marfil es un baluarte
en donde cumplen de diverso modo los ritos de su arte.

Hay tremendos poetas paisajistas
que pintan de un brochazo el arrabal;
y para Ocasos son capitalistas
de gemas, oro y púrpura verbal.

Hay poetas sinfónicos que labras
estrofas con un técnico primor,
pensando que la música empalabran
y que hacen versos hasta en do mayor.

Y hay vates sabios que en las nuevas forjas,
de inspiración, aviados siempre están;
poniéndole a Pegaso un par de alforjas
y en ancas una Musa, al Pindo van.

Hay alegres copleros humorísticos;
hay trovadores de ímpetus volcánicos;
y enfrente al coro de los bardos místicos,
hay cantores satánicos.

Hoy nobles vates que el amor platónico
celebran, y practican el empírico;
y en todo dan al cuerpo lo más tónico
y al alma lo más lírico.

Otros, ajenos a la vida práctica,
plañen la poesía melancólica;
pocos se inclinan hoy a la didáctica,
muchos a la bucólica.

Hay poetas del sol de cuyos cánticos
al astro rey no alcanza nota alguna,
y una turba infinita de románticos
poetas de la Luna.

Entre esa gran legión, sublime o necia,
busco en la fuente artística de Europa,
busco al cantor más dulce de la Grecia:
al cantor de la copa.

El cantor de las rosas y del vino,
de los amores fáciles y breves,
en cuya frente anciana unió el destino
las flores a las nieves.

Las glorias, que yo ensalzo, ya ensalzadas,
pasando de horizonte en horizonte
vuelan de siglo en siglo en las aladas
estrofas de Anacreonte.

Hoy quiero en las anacreóntica ensayarme
usando decadentes tonos finos;
pido al Arte perdón y a los ladinos
críticos criollos muy en especial.
Ya en traim lírico estoy: he aquí una oda
cuya dedicatoria recta viene
al dios que más adoradores tiene:
a Baco, el perdurable dios triunfal.

La sonrisa de Dionisio
Cantemos al licor, que en la planicie
de la existencia opaca y aburrida
hace ondear la uniforme superficie
con un hervor de vida!

Cantemos al licor, arma en guerra,
para luchar contra el terrible asedio
del monstruo más cruel que el orbe encierra:
el gran monstruo del tedio.

Cantemos al licor, que si en el goce
no da felicidad, es por lo menos
gentil libertador que en blanco roce,
lima grillos terrenos.

Cantemos al licor, postre sonrisa,
del más hermoso dios del paganismo,
cuyo mito la alianza simboliza
del cielo y del abismo!

¡Juego astral, sol diluido, luz sanguínea,
dulce lava sutil que hirviendo en finos
cráteres de cristal, vierte fulmínea
trágicos torbellinos!

¡Rocío de las albas del infierno
cuyo riego fecunda en trovas calmas.
Las flores negras que un dominio interno
Cultiva en nuestras almas.

¡Cantemos al licor, y en copas llenas
escancia el vino que me baste, ¡o niña!
para suplir la sangre de las venas
con sangre de la viña!

¡Quiero beber y amar ante la tropa
de los abstemios y los locos sabios!
¡Dadme después del beso de la copa,
el beso de los labios!

VI

 

Con ansias de placer y sed de amores,
siempre en pos de una nueva sensación,
voy despojando a prisa de sus flores
al sanguíneo rosal del corazón.

¡Ser o no ser! He aquí el eterno enredo
que nadie puede descifras hasta hoy;
más vale un pobre yo que un gran remedo
aún de un Dios -¡“Ego Sum”!- Soy lo que soy.

¿Por qué enmendarme y para qué? La vida
vale por lo que tiene de inquietud;
agitadora eterna es la bebida;
el vino da ilusión de plenitud.

Es del hombre el estado más perfecto
el de una semilúcida embriaguez;
está de savia el corazón erecto
y el espíritu en plena brillantez.

Mística es la ebriedad; forma una suerte
de idealismo frustrado en lo brutal;
la ebriedad, flor de la vida y flor de la muerte;
en el árbol del bien, fruto del mal.
Con ese fruto que su fuerza embota
su hambre engaña y su sede la humanidad;
¡pobre vieja alma humana a quien azota
y acaricia una trágica ebriedad!

¿Por qué soy débil y me arrastra el vicio?
¿Qué impulsiones atávicas sin nombre,
me empujan a una cima en la que el hombre
pervertido es más vil que el animal?
La bestia no se embriaga; recta y simple
encumbrarse al empíreo no pretende;
no se remonta, pero no desciende
a los más hondos límites del mal.

De esto falta un capítulo en la Biblia;
si bien el libro audaz de los Proverbios,
y Job, en sus apóstrofes soberbios,
echa la zona al mar de la cuestión
del Ser y del no Ser, cuyos confines
tocan las religiones, los sistemas
de alta filosofía, y otros temas
de humana, universal divagación!

Del hombre cuentan que por Dios creado
tiene un soplo divino en barro inmundo;
que Abel fue puro, sucumbió y el mundo
se pobló con la raza de Caín
la más piadosa religión enseña
que antes de ver la luz es ya culpable;
y la ciencia no aclara el insondable
misterio de su origen y su fin.

Prófugo eterno de los antros, lleva
nidadas de reptiles en su seno;
parece que la hiel de algún veneno
bebió en la misma leche maternal.
De su existencia todas las corrientes
confluyen hacia un vasto y negro alveolo;
por el dolor, con el dolor, y sólo
Para el dolor, la vida es inmortal.

VII

 

Pero ya escucho que de lo alto suena,
llamando a la oración de la mañana
en la vecina iglesia la campana
con metálica y lenta vibración.

Allí gentes del pueblo se encaminan
a elevar sus plegarias a los cielos;
el mundo de los últimos consuelos
para las almas es la religión.

Un día al templo fui donde mi madre
a misa en otro tiempo me llevaba,
y al pie del mismo altar en que ella oraba
con profunda emoción me arrodillé;
desde que ella murió yo me hice incrédulo;
ya no pisaba las iglesias nunca;
quise rezar; la salve medio trunca
fue la única oración que recordé.

Al hallarme, después de larga ausencia
bajo esas naves donde tantas veces
mi pobre madre levantó sus preces
a Dios, por mis hermanos y por mí;
al mirar las imágenes que objeto
eran de su piedad, me parecía
que aún algo de ello en el recinto había,
y como una mujer me enternecí.

Yo en mi cansado espíritu sentía
Lo que debe sentir el peregrino
Si lo llevan las vueltas del camino
a un sitio en que antes disfrutó de paz;
y allí descansa y piensa entristecido
que tiene que seguir su marcha errante,
más penosa después de aquel instante
de reposo fugaz.

Mi pasado evoqué... Cuando la mente
En volver al pasado se encapricha,
¡ay!, los recuerdos de la muerte dicha
vienen en ronda fúnebre a vagar
por las sombras del alma, como dicen
que en la alta noche de misterios llena,
salen las tristes ánimas en pena
el sueño de los vivos a turbar!

Se elevan como pálidos espectros
desde el limbo interior de mi memoria
los falsos espejismos de la gloria
las vanas sombras del perdido bien!

Remonto al curso de mis bellos días
hasta la dulce edad de los amores,
y hallo el tendal de las marchitas flores
que me hicieron soñar con un edén.

¡La imagen, ¡ay!, de mi primer afecto,
único goce sin desengaños,
de mi casta pasión de quince años,
dulce idilio de amor primaveral,
trae a mi mente los contornos vagos
de una figura angelical y tierna,
cuya memoria en mi alma será eterna
si el alma, como espero, es inmortal!

¡Después reminiscencias de la infancia...
y la escuela y los juegos inocentes,
y los seres queridos, hoy ausentes,
que antes poblaban mi desierto hogar!
Cuando el pálido sol de esos recuerdos
de mi hondo hastío derritió la calma,
sentí de lo recóndito del alma
que porfiaba un lágrima en brotar!

¡Ella subió por último a mis ojos;
al fin, como la onda contenida,
al fin iba a encontrar una salida
tanto dolor que a solas devoré;
ya no sé desahogarme, ignoro el llanto;
pero en esa ocasión, aglomeradas,
todas mis amarguras no lloradas
en la lágrima aquella condensé.

Sangre de las heridas del espíritu,
sangre blanca, la lágrima en su esencia
es luz fluida, carne de existencia
que el amor cristaliza en perla ideal;
la sangre roja mana del presente
y es solo corporal; la sangre blanca
de allá del fondo de la vida arranca,
y el fondo de la vida es inmortal.

Esa gota de llanto era en resumen
dos impulsos, de recuerdos y dolores
yacentes en silencios interiores
que de honda, subjetiva soledad,
suben, como las aguas estancadas,
que convertidas en vapor se extienden,
y en grandes nubes, cuando al cielo ascienden,
son también cielo, ¡cielo en tempestad!

Esa gota de llanto era un resumen
Que desgarrones íntimos y extractos
de vida, en psicológicos contactos
de eternidad, objetiva en sí;
y cuando iba a verterla, parda sombra
cruzó a mi lado, hirióme una voz recia,
y de la oscura solitaria iglesia
las puertas rechinaron tras de mí.

¡Última flor que se deshoja en mi alma!
¡Última lumbre de remoto faro!
¡Última playa en que busqué un amparo!
¡Postrer alivio hurtado al corazón!
¡Primicia de consuelo malograda!
Al borde de mis párpados, aquella
lágrima se detuvo, y al par de ella
detúvose en mis labios la oración.

Salí a la calle y regresé a la orgía;
y desde entonces siento que en mis ojos
queda ese llanto cual los tintes rojos
de criminales manos en la piel;
¡ay!, desde entonces, como el agua filtra
en subterránea, lóbrega caverna,
gota por gota siente en lluvia interna
caerme al corazón el llanto aquél!

VIII

 

!Ay!, desde entonces, con afán profundo
de mi fría existencia en la aridez,
para olvidarme y olvidar al mundo
busco el aturdimiento en la embriaguez!

En la sorda ansiedad que me devora,
yo de mi propio ser preciso huir;
duda el que piensa, y el que siente, llora;
vale más no pensar y no sentir.

¡Vale más en un torpe desenfreno
matarse en el suicidio del placer;
el alcohol es el mejor veneno,
el mejor, exceptuando la mujer!

Cuando en la orgía estúpida me abismo
no debo por el gusto de beber;
bebo porque en el fondo de mí mismo
tengo algo que matar o adormecer!

¡Oh, vida, dame otros placeres, dame
otras formas de amar y de sentir!
haz que una voz espiritual me llame
con rumbo a mi perdido devenir.

¡Dale a mi alma un impulso que la mueva
para escaparse de mi yo interior;
dame también dolor, pero una nueva
y alta categoría de dolor!

¡Ya inútil... nada puedo... Fuerza ciega
que otra más ciega aún mueve el azar,
soy voluntario náufrago que entrega
su barca al río que lo lleva al mar!

¡Sólo me queda ya mi orgullo fiero
que en frente del abismo me hace erguir!
¡Viva la tempestad! ¡Viva el pampero!
¡Viva el oleaje en que me voy a hundir!

IX

 

Las gentes viven en la santa gracia
de una mutua, perenne adulación;
sólo en los inconscientes hay audacia
para oponerse a la social ficción.

Los inconscientes muestran sin aliños
hipócritas, la humana realidad:
por eso son los locos, son los niños
y son los ebrios que hablan la verdad.

Dicen también que el genio es inconsciente,
y el genio es la visión de lo ulterior;
¿acaso esa inconsciencia superior?

Que los sabios descifren el enigma;
yo como ebrio que soy de buena fe,
sin temor de los necios al estigma,
honradamente grito lo que sé.

¡El hombre es un mendigo de placeres,
el mundo es una orgía en confusión,
y en la escala infinita de los seres,
borrachos todos en la vida son!

Los dandys y coquetas cuando exhiben
en los teatros, las plazas y las calles
vistosos trajes y apretados talles,
ebrios los pobres van de vanidad;
muñecos bien vestidos con que juega
en su existencia frívola y ociosa
esa niña voluble y caprichosa
que llaman Sociedad!

La guerra es noble y su venganza es justa,
si va en defensa de una santa idea;
pero nunca jamás cuando se emplea
con un bastardo afán.
Para mí esos laureados asesinos
que logran por sus crímenes un solio,
las gradas al trepar del Capitolio
ebrios de sangre van!
El tribuno inspirado cuyo acento
escucha el pueblo con asombro y pasmo,
y a quien la turba en férvido entusiasmo
lleva en marcha triunfal por la ciudad,
entre las muchedumbres que lo aclaman
en el día feliz de la victoria,
ebrio de gloria va porque la gloria
es también una rápida ebriedad!

La pareja gentil de adolescentes,
que debiéndose el alma en las miradas,
con las trémulas manos enlazadas
se encienden por instantes de rubor,
y por instantes, con ardiente rapto,
en dulces, largos, resonantes besos,
unen sus labios abrasados... ¡Esos
están ebrios de amor!

El artista en sus noches de delirio,
cuando frente a la gran naturaleza
buscando el ideal a la belleza
le brinda inspiración la soledad,
ebrio de ideas el cerebro siente
y es de su alma en la celeste orgía,
su divino licor la poesía
y su vaso la azul inmensidad!

Ebria está de sí misma la natura;
ebrio de fuerza el toro cuya estampa
cuando libre reinó en la libre pampa
fue del desierto el símbolo triunfal.
Hay en el bosque una embriaguez de vida;
El céfiro aletea ebrio de aroma,
Ebria de primavera la paloma,
Ebrio de cielo el lírico zorzal.

Las plantas se emborrachan con rocío;
vaso de rica esencia son las flores
dónde van las insectos zumbadores
y alegres iban su licor de miel.
¡Hasta el cóndor andino, cuando el alba
tiende el vuelo triunfal de cumbre a cumbre,
bebe rayos de sol, y ebrio de lumbre
lanzarse al éter a reinar en él!

¡Ah, yo también en las contadas horas
que en esta vida disfruté de calma,
gocé de esa embriaguez que siente el alma
cuando se tiene inspiración y amor;
hoy que yo mismo agoto mi existencia
en la agonía de un suicidio lento,
de vino estoy, por fuera, emulento;
por dentro estoy, borracho de dolor!

X

 

Todo se bambolea en torno mío;
todo a mi oído fúnebre retumba;
y ebria la humanidad hacia la tumba
marcha en carnavalesca procesión;
el hombre errante y huérfano en la tierra
la tierra errante y huérfana en el cielo,
y en un sollozo universal de duelo
refundida la voz de la creación!

¡El aire está impregnado de sollozos,
estériles los campos y sombríos;
crecen con sangre y lágrimas los ríos,
llevando sangre y lágrima al mar!

¡Como fiera en acecho está el abismo,
y en la naturaleza y en el alma
se anuncia en signos de inquietante calma
el misterio de un trágico avatar!

¡Todo es noche y dolor! Allá en la tarde
ebrio se acuesta el sol en el ocaso
y las estrellas con incierto paso
ebrias caminan de su disco en pos!
¡La tierra es un sepulcro de que el cielo
es la lápida inmensa y triste y muda,
¡Todo es noche y dolor!... Ebrio, sin duda,
cuando hizo el universo estaba Dios!

¡Amigos, maldición sobre la vida!
cuando yo caiga a vuestro lado, inerte,
con una orgía festejad mi muerte
y al campo mi cadáver arrojad.
Haced como en las islas magallánicas
las tribus de sus páramos incultos,
donde dicen que entregan insepultos
los muertos a la vasta soledad!

¡Qué espléndido ataúd el de un paisaje
que bañen luz la bóveda celeste,
o el alta cima de un peñón agreste
siempre batido por el ronco mar!
Antes que me devoren los gusanos,
bajo un montón de piedras bien cubierto,
con mi cuerpo a las aves del desierto
un salvaje banquete quiero dar!

¡Ellas son más benignas que los hombres;
sólo devorarán mi carne fría,
mientras lo grande que en mi ser había
el mundo lo desgarra sin piedad!
¡Compañeros, un brindis a la muerte!
Un hurra extraño en nuestros labios vibre,
un hurra al más allá en que el alma es libre,
¡hurra a la eternidad!

¡Y hermoso es hoy, para morir, el día;
un sol de oro en el azul profundo
renueva el alba virginal del mundo
divinizando el cielo en su crisol;
¡tengo al sol en mi sangre efervescente,
el sol en mis pupilas centellea
hasta en mi copa de licor chispea
y ausente de mi espíritu está el sol!

¡Hermoso es hoy, para morir, el día;
un vasto mar de luz forma la esfera;
bogar sin fin en ese mar quisiera,
¡Si alguien, amigos, en la tierra os ama,
mandadle vuestra eterna despedida;...
yo en la hora fatal de la partida
no tengo a quién enviar mi último adiós!

Mi voz se pierde en el vacío inmenso
como se pierde en la desierta pampa
¡la que resuena aguda entre la trampa
pantanosa de una gran tembladera,
donde cae y se hunde, y al hundirse
con fuerza hinchando la nariz y roja
la espantada pupila, al viento arroja
fiero relincho indómito bagual.

Perdido hasta el encuentro se resuelve,
se esfuerza y brinca con violento ahínco,
pero más se sumerge a cada brinco,
y cuando entero se sumerge al fin,
agitase el fangal con fuerza; luego
tiembla apenas su verde superficie,
después calma y silencia... ¡la planicie
queda en paz hasta el último confín!

¡Nací para el amor y vivo solo;
quiere la acción y me consumo inerte;
busqué la gloria y la contraria suerte
sofoco en la miseria mi alto afán!
No alcanzo la armonía de lo grande,
y el equilibrio en lo ruin no acepto;
¡fugaz y débil como un pobre insecto
tengo ansias y soberbias de titán!

Soy la sombra de un dios desorbitado
que se despeña en reversión sin nombre
a una profundidad en la que el hombre
confina con la larva elemental.

¡Yo paso como un bólido en la noche,
que arde al tocar la atmósfera un segundo
y es después para siempre un vagabundo
calcinado fragmento sideral!

No sé si Dios, o el Hado, o la natura,
en torno y dentro de mi ser condensa
un halo prehistórico de inmensa,
inmutable, agresiva soledad.
¡Soy un fermento de los fangos cósmicos,
que llevo la impresión de una caída
sin fin, en desolada inmensidad!

¡Resto viviente del antiguo Caos,
náufrago de un enorme cataclismo,
yo vengo del abismo, y el abismo
prolonga sus borrascas en mi ser!
¡Cuando descienda al mundo de las sombras
con mi dolor se agrandará el infierno,
y mi alma, errante en el espacio eterno,
hará la noche universal crecer!
1887

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