Badeni entre el rol de las Academias y el perfil de un nuevo académico
31/05/2016. Análisis y Reflexiones > Análisis y Reflexiones
Palabras de Gregorio Badeni, académico de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas de la República Argentina en la incorporación de Abel Cornejo a la entidad.
En la sesión pública de esta tarde, las autoridades de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas me han otorgado el honor de presentar al Dr. Abel Cornejo con motivo de su incorporación a esta Academia como miembro correspondiente por la provincia de Salta. Es un privilegio que acepto complacido, debido a la merecida distinción que le confirieron los miembros de número de la Corporación, en reconocimiento a su destacada labor intelectual desarrollada en los ámbitos de la Ciencia Política, el Derecho Constitucional, la Historia, así como también en la docencia universitaria, como publicista y en la función pública.
Esa actividad intelectual y su conducta honorable en la vida cotidiana fueron los factores que determinaron la decisión de los señores académicos.
Nuestro académico, el Dr. Horacio García Belsunce, nos recordaba que, para integrar una Academia nacional no es suficiente con valorar la sabiduría y conocimientos del recipiendario. A la dignidad intelectual se debe añadir la dignidad en la vida, porque el académico debe ser ejemplo de virtud y actuar siempre con señorío.
Por su parte, el Dr. Segundo V. Linares Quintana, quien fue presidente de esta Academia en dos oportunidades, enseñaba que la condición primaria y esencial que debe satisfacer todo académico reside en poseer una auténtica y firme vocación por la investigación científica, cuyo cumplimiento ha de constituir el objeto primordial de sus afanes. Agregando, con razón, que alcanzar el nivel académico comporta el coronamiento del ejercicio de esa vocación, y la asunción de una carga consistente en proseguir ejerciendo esa vocación con la misma o mayor afición, perseverancia y dedicación.
No nos cabe duda que el Dr. Cornejo reúne las condiciones que citaban los académicos García Belsunce y Linares Quintana.
El ingreso de un nuevo miembro a nuestra Academia, al margen del reconocimiento que conlleva para su trayectoria científica y ética, siempre reviste un contenido positivo. Importa revitalizar a la Academia mediante la suma de los esfuerzos e ideas que aporta el nuevo académico en el marco del pluralismo que caracteriza la labor de aquella. Cada miembro que se agrega a la Academia es un valor agregado para ella. Incorpora sus propios valores, su propia formación, sus propios ideales, su propia filosofía, que contribuyen al enriquecimiento de una obra común.
Por otra parte, tengamos en cuenta que nuestra Academia, en vísperas de sus 80 años, no fue forjada para satisfacer anhelos personales. Tampoco es un organismo destinado a la promoción de sus miembros. Su cometido dista de tales metas, por más legítimas que ellas sean. Su objeto se sintetiza en una finalidad claramente superior y trascendente que es la de cultivar las ciencias morales y políticas en un nivel de máxima excelencia. Es un recinto de investigación seria, de estudios profundos, de colaboración interdisciplinaria e intercambio de ideas creativas, donde la acción se desenvuelve al margen de todo tipo de presiones.
Así, Bernardo Houssay, nuestro recordado Premio Nobel y miembro de esta Corporación, proclamaba con su indudable autoridad que la potencia, la jerarquía y el prestigio de una nación dependen del nivel científico de sus Academias. En igual sentido, Carlos Saavedra Lamas, también distinguido con el Premio Nobel e integrante de nuestra Academia, destacaba la importancia social que tiene la labor académica. Decía que ella, en algunas oportunidades, se realiza en forma ostensible, y en otras, de manera silenciosa, pero que todas las Academias nacionales son usinas de alta productividad intelectual.
Lamentablemente, en algunos casos presenciamos cierta desconexión entre las Academias nacionales y ciertos sectores sociales. Está claro que las Academias nacionales procuran cumplir su deber con la sociedad, poniendo a disposición de ella los frutos de sus investigaciones y estudios científicos. Pero también es cierto que, en muchos casos, advertimos como esa desconexión es insoluble cuando la ignorancia que la produce acarrea la reacción antiacadémica de quienes aspiran a masificar a la sociedad endiosando la figura simbólica del hombre mediocre que describiera José Ingenieros.
Felizmente, en ese ámbito mezquino, sin horizontes y desprovisto de toda metafísica, en el cual se mezclan fábulas falaces y la simple avidez, las Academias nacionales, a igual que otras entidades sociales, prosiguen rescatando los valores que constituyeron y constituyen los fundamentos del progreso humanista de una nación. Precisamente, el Dr. Cornejo se enrola en ese emprendimiento debido a su afinidad con los valores que nutren a esta corporación.
Nuestro nuevo académico cursó los estudios de abogacía en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Poco después de haberlos concluido, obtuvo el título de Doctor en Ciencias Penales de la Universidad John F. Kennedy, con su tesis titulada "Criminogénesis del Tráfico de Estupefacientes en la Frontera Norte del país".
Cuando su profunda vocación por la función judicial se concretó en su provincia natal, ella fue acompañada con una importante actividad en la docencia universitaria que se desarrolló especialmente en la Universidad Católica de Salta. En esa alta casa de estudios accedió, entre otros, a los cargos de Profesor Adjunto en la Cátedra de Ciencia Política I y de Derecho Penal Especial. Profesor en las carreras de Posgrado de materias tales como "Auditoría Jurídica", "Estructura y Función de los Sistemas Jurídicos". Profesor Titular de las asignaturas "Delitos Federales en Leyes Especiales" y "Penología" en la carrera de Especialización en Ciencias Penales. Director Académico de la Carrera de Especialización en Ciencias Penales.
Fue invitado a participar como disertante en numerosos encuentros, jornadas y congresos organizados por prestigiosas entidades en todo el país sobre temas históricos, constitucionales, ambientales, y particularmente, aquellos referentes a la prevención y lucha contra la producción, comercialización y consumo de estupefacientes.
Su actividad docente también fue puesta de manifiesto en el ámbito del Poder Judicial de Salta, donde presidió el Consejo Académico de la Escuela de la Magistratura.
Como publicista se caracteriza por su estilo claro, conciso y expuesto en el lenguaje cotidiano. Es autor de importantes ensayos y artículos sobre temas de su especialidad publicados en revistas jurídicas y en diarios tales como La Nación de Buenos Aires y El Tribuno de Salta. Autor de varios libros entre los cuales podemos destacar "Los Delitos de Tráfico de Estupefacientes", "Asociación ilícita y Delitos contra el Orden Público", "Teoría de la Insignificancia", "Estupefacientes", "Seguridad Jurídica", codirector de "Constitución de la Provincia de Salta, Comentada, Anotada y Concordada" y "La Mirada de Güemes. Una Historia Política".
Esta última obra fue distinguida recientemente por el Concejo Deliberante de la Ciudad de Salta con la "Declaración de Interés Cultural y Municipal". Es la última de las distinciones recibidas por el Dr. Cornejo. La primera, se remonta a su juventud cuando a los 23 años de edad obtuvo la Mención Especial del Premio Rodolfo Rivarola otorgada por la Asociación Argentina de Ciencia Política.
En su libro sobre Güemes, el autor aclara que la obra "tiene una opinión comprometida con la historia política de Martín Miguel de Güemes, su tiempo y sus circunstancias", agregando que su relato es político porque "busca mostrar un proyecto político que quedó trunco y que, de haber prosperado, podría haber cambiado el desarrollo de la región y del país. Güemes quiso que, lo que años después de su muerte se llamaría República Argentina, fuese una gran Confederación, mucho más vasta que el actual territorio argentino". Resulta muy ilustrativa la descripción que realiza de las opiniones que emitiera su pariente, el gobernador Joaquín Castellanos, sobre la firme decisión de Güemes de no acompañar a los caudillos del litoral en su alianza contra Buenos Aires. Poniendo de manifiesto sus más profundos sentimientos, el autor escribe que Güemes fue el "líder que confió en su pueblo y jamás dudó de sus virtudes", agregando que se trató "del más salteño de los argentinos y del más argentino de los salteños. Del gaucho guerrero que, estatuario, mira cada amanecer desde su pedestal de piedra hacia el occidente, confiando en el futuro venturoso de la Patria".
Analizando los juicios vertidos en esta obra y su trayectoria, constatamos que la conducta del Dr. Cornejo en la vida, su espíritu recoleto que no se compadece con el exhibicionismo y la frivolidad, su vehemencia intelectual, su dedicación científica, seguramente fue forjada por su principal maestro que fue su padre, el ingeniero Abel Cornejo. Al agradecer a prestigiosos colaboradores su contribución para concretar la obra, extendió ese agradecimiento a su padre "Por haberme inculcado desde niño la hombría de bien y el gauchaje de Martín Miguel de Güemes, cada página de este libro tiene el sello indeleble de mi padre".
Fueron el ingeniero Abel Cornejo y su esposa quienes produjeron un hombre de carácter que sabe decir no cuando lo impone su conciencia, y decir sí cuando es justo y equitativo. Un hombre que, siguiendo la advertencia de Plutarco, es plenamente consciente que la atrofia de muchos individuos y pueblos tiene su origen en no saber decir no en las dramáticas circunstancias que se presentan en la vida.
Particular mención merece su profunda vocación por el servicio judicial. Siendo estudiante de abogacía inició su carrera judicial como empleado en la Justicia Nacional en lo Criminal y Correccional Federal en la ciudad de Buenos Aires. A los 24 años de edad fue nombrado, por concurso, secretario en el Juzgado Federal de Salta. En ese fuero fue designado Defensor de Pobres, Incapaces y Ausentes y posteriormente juez federal.
En el desempeño de la magistratura judicial, no podemos menos que recordar su decidida acción para controlar las primeras presuntas protestas sociales que se dieron en las localidades de Tartagal y Cutralcó, con el propósito encubierto de desestabilizar a las autoridades constitucionales, y que luego se extendieron a todo el país. Protestas que configuraban conductas ilícitas, o muy próximas a la ilicitud, acudiendo a la violencia y provocando graves daños patrimoniales, sociales y restricciones absolutas a los legítimos derechos de una ciudadanía que aspiraba a convivir en una armonía civilizada. La prudente y eficaz labor desplegada por el entonces juez federal de primera instancia, fue reconocida y ponderada en todo el país. Pero, lamentablemente, no siempre fue seguida su conducta por jueces de otras jurisdicciones, cuyo temor o ignorancia, generó actitudes permisivas que trajeron aparejada la sustitución de las legítimas protestas sociales, por formas propias de las bandas civiles impregnadas por fuertes móviles políticos y sectoriales.
Siendo juez federal de primera instancia fue elegido para integrar, primero como suplente y luego como titular, el Consejo de la Magistratura del Poder Judicial de la Nación entre los años 1998 y 2002.
En el ejercicio de la magistratura judicial, nuestro académico siempre tuvo tiempo para intervenir en diversos proyectos destinados a dotar de mayor excelencia al funcionamiento del Poder Judicial nacional como provincial. Organizó innumerables cursos, jornadas y congresos destinados a perfeccionar la actuación de los empleados, funcionarios y magistrados judiciales. Participó en las actividades de la Unión Internacional de Magistrados, la Asociación Portorriqueña de la Judicatura y de la Universidad Pompeu Fabra de España.
El último eslabón de su carrera judicial fue su nombramiento, a los 45 años de edad, como Juez de la Corte de Justicia de la Provincia de Salta. Cargo que desempeña en la actualidad, así como también la presidencia del Consejo de la Magistratura de Salta.
Hombre particularmente apegado a la caballerosidad y a los valores fundamentales resultantes de nuestra historia patria, el Dr. Cornejo presenta la particularidad de compartir las tradiciones académicas de sus parientes. Así, por el lado paterno, su tío abuelo, el Dr. Atilio Cornejo, fue miembro correspondiente de nuestra Academia, así como también Académico correspondiente y luego Académico de número de la Academia Nacional de la Historia. El hermano de su padre, el Dr. José Antonio Cornejo, fue Académico correspondiente de la Academia Nacional de Medicina, y por su abuela paterna, Marta Figueroa, registra una relación de parentesco con el Dr. Segundo V. Linares Quintana quien fue presidente de nuestra Academia, de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires y miembro de número de la Academia Nacional de Ciencias. Asimismo, por su lado materno, su bisabuelo, el Dr. Joaquín Castellanos, fue miembro fundador de la Academia Argentina de Letras. En fin, una tradición académica familiar que preserva nuestro estimado Académico.
Antes de concluir esta presentación, y en la hora de recibir sus lauros académicos, es justo señalar el mérito que corresponde en el triunfo intelectual del Dr. Cornejo, a su digna esposa, Milagros Patrón Costas, a sus hijos, y especialmente a su madre, Alicia Castellanos de Cornejo. Ellos supieron proporcionar el clima de amor y serena alegría, indispensables para que el éxito corone la tarea científica.
Dejando de lado las formas, y siguiendo el precedente forjado con la incorporación, ya hace varias décadas, del Dr. Francisco Uriburu Michel como miembro correspondiente por Salta de nuestra Academia, expreso mi particular complacencia al amigo Abel Cornejo por su incorporación que enriquece a esta Corporación y al estudio de las ciencias que conforman su objeto. Al brindar esta presentación, cuya subjetividad no desmerece la objetividad de su contenido, ruego se compensen las deficiencias en que pude haber incurrido, con la alegría que experimentamos al darle la bienvenida.