Don Martín, gaucho, héroe y estadista
01/02/2021. Análisis y Reflexiones > Análisis y Reflexiones
Si existe una asignatura pendiente en la historia argentina esa es la inclusión definitiva en las currículas educativas de la figura de Martín Miguel de Güemes. No es un capricho salteño, ni tan siquiera una aspiración utópica. Es enseñar sobre la
Basta tomar el año de 1817 para darse cuenta de que si los escuadrones que libraron en soledad una gesta incomparable como la Guerra Gaucha no hubiesen luchado con denuedo para contener las sucesivas invasiones realistas que avanzaban desde el norte, la independencia argentina hubiese sucumbido.
Decía Dalmacio Vélez Sársfield que, en toda la historia de la revolución no hay época más digna para las Provincias Unidas que la de los tres años que corrieron desde 1817 a 1820. El general Güemes a la cabeza del pueblo y de la campaña de Salta acometió con todo valor al ejército español; lo diezmó en esos tres años por continuos combates, le quitó todos los recursos, en términos que el ejército enemigo necesitaba vivir de los auxilios que les mandaban desde las gargantas del Perú. A caballo día y noche siempre estaba sobre el ejército español. Y así el general Güemes, luchando día a día por espacio de cuatro años, hasta rendir su vida en la plaza de Salta, salvó la Revolución de Mayo.
Esa pequeña síntesis del autor del Código Civil argentino resume la tarea ciclópea del primer líder político que tuvo la Nación, que más tarde se llamaría Argentina.
Encabezando a todo un pueblo en armas, del cual no solamente era el conductor sino su inspirador de voluntades, despertaba un sentimiento profundo de entrega y respeto; sin esto hubiera sido imposible que contuviese, sin apoyo alguno, los feroces avances de uno de los ejércitos más poderosos de Occidente.
Cuando las soflamas de la Revolución parecían apagarse, en soledad absoluta e incluso combatido por enemigos internos que conspiraron tenazmente en su contra, Güemes no se arredró, su pensamiento político estaba impregnado por un incomparable sentido libertario y confederal.
En la Guerra Gaucha, Güemes no hizo distinciones, porque creía firmemente en la igualdad. Tuvo en Macacha, su hermana, a una consejera política astuta e inteligente, artífice del Pacto de San José de los Cerrillos, que de haber fracasado podía derivar en una guerra civil entre las huestes gauchas y las deshilachadas tropas del Ejército Auxiliar del Perú, comandadas por el general José Casimiro Rondeau. Allí estuvo el espíritu de Macacha para convencer que las guerras fratricidas solo encaminan a la perdición. Y junto a ellas hubo heroínas como Juana Moro, Gertrudis Medeiros, Martina Silva, Andrea Zenarruza, entre otras mujeres inigualables. Güemes no torturó ni fusiló enemigos.
También tuvo el héroe gaucho una infinita sensibilidad social. No tenía circulante para pagarle a sus tropas. Entonces creó el Fuero Gaucho para que, con pequeñas parcelas, el sentido de pertenencia se fuese arraigando entre ellos para construir una nueva nación soberana. De allí que lo consideraran el “Padre de los pobres”. Historiadores españoles como Andrés García Camba en el Siglo XIX o americanos de la talla del boliviano José Luis Roca García, consideraron que, de no haber existido Güemes, Buenos Aires hubiese caído. Es decir que, en ese escenario, nuestro país no hubiera existido. De allí que se lo considere el forjador de nuestra identidad nacional. Recibió cuantiosas ofertas de parte del rey de España. Desde que se le dispensara un título de nobleza en grado de marqués, que por aquel tiempo era una de las mayores distinciones, a que sus hijos fuesen educados en el Colegio de Nobles de Madrid, a ingentes sumas de dinero. Una por una las fue rechazando. Fue entonces cuando el propio mariscal Joaquín de la Pezuela le advirtió al general José de la Serna que se enfrentaría a un formidable caudillo, cuyas convicciones y destrezas eran incomparables. El elogio de un enemigo en el fragor de la batalla enaltece el prestigio de un jefe.
García Camba describió a los gauchos de Güemes y dijo que “eran hombres de campo, bien montados y armados todos de machete, sable, fusil o rifle, de los que se servían alternativamente sobre sus caballos con sorprendente habilidad, acercándose a las tropas enemigas con tal confianza, soltura y sangre fría que dejaban admirados a los militares europeos, que por primera vez observaban aquellos hombres extraordinarios a caballo y cuyas excelentes disposiciones para la guerra de guerrillas y sorpresa tuvieron repetidas ocasiones de comprobar”. Eran individualmente valientes, tan diestros a caballo que igualaban si no excedían a los célebres mamelucos egipcios, o, a los famosos cosacos rusos.
Para qué usar palabras nuevas cuando otros las dijeron mejor. En el centenario de la muerte de Güemes, el gobernador Joaquín Castellanos afirmó: “Como militar Güemes merece ser estudiado y lo será seguramente por los técnicos de su arte, como un estratega original. Sus convicciones de ciudadano, de soldado y de patriota, manifestadas en sus hechos, en documentos públicos y en su propaganda de director de espíritus, contienen los principios fundamentales del federalismo argentino, tal como está legislado en la Constitución, asegurando no la subordinación de los Estados al poder central, sino afirmando la unión nacional a base del equilibrio de los poderes que representan la soberanía general y las soberanías locales; en la historia y en la vida, esencia de nacionalismo, huesos y carne de la Patria argentina”.
Ese estadista fue Martín Güemes.
Por Abel Cornejo
* El doctor Abel Cornejo es miembro de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas
Fuente de la Información: El Tribuno