Drama y gloria del monumento a Martín Güemes
12/12/2021. Análisis y Reflexiones > Análisis y Reflexiones
En la ciudad de Salta, al final de una avenida ascendente denominada Paseo Güemes se llega a la falda del cerro San Bernardo, allí se yergue airosa en su pedestal de roca la estatua ecuestre de Martín Miguel de Güemes.
La escultura tiene un gesto particular: su mano derecha está colocada encima de sus ojos en forma de visera, guareciéndolo de la luminosidad de las mañanas salteñas o de los esplendentes ocasos, cuando los arreboles se tornan flamígeros, mira hacia las altas cumbres cordilleranas del occidente. El arquitecto Andrés Iñigo y el notable escultor Víctor Juan Garino lograron algo extraordinario, y es haberle dado un gesto vivencial a la estatua: Güemes oteando al horizonte. Desde el fondo de los siglos esa imagen indeleble del Güemes estatuario parecería indicarnos que las utopías pueden ser posibles.
La agonía del héroe
A principios del siglo veinte se generó un movimiento reivindicatorio de la figura de Martín Miguel de Güemes. A la par que buscó determinar el lugar donde murió, se gestaron varias acciones tendientes a encumbrar su figura en el bronce. Dos óleos excepcionales inmortalizaron el deceso del héroe gaucho. El primero pintado en 1910 por Antonio Alice, que actualmente se encuentra en el recinto de sesiones de la Cámara de Diputados de Salta, obtuvo la medalla de oro del Premio Salón del Centenario. El paisaje circundante al camastro donde se encuentra Güemes yaciente indica un ambiente montuno, similar al que describieron los gauchos que lo acompañaron hasta su última morada.
Ahora bien, tres años más tarde, en 1913, llegó hasta la quebrada de La Horqueta otro pintor: Arístene Papi, conducido por Rubén Nina, hijo de don José Nina, quien había sido testigo de la muerte del caudillo y por cierto formaba parte de sus huestes gauchas. El destacado artista se inspiró en ese paseo para realizar sus trazos en el óleo que actualmente se encuentra en la sede del Regimiento 5to de Caballería en Salta. Tiene la particularidad de que el paisaje del contorno no presenta un ambiente arbóreo, sino por el contrario el camastro donde está postrado Güemes yaciente, se asemeja más a la campiña puneña.
Primer homenaje nacional
El primer antecedente de un homenaje al caudillo gaucho data de 1907. A solicitud del entonces presidente del Museo Histórico Nacional, Dr. Adolfo P. Carranza, el Congreso Nacional sancionó una ley para que se construyera un monumento a Güemes en la ciudad de Buenos Aires. La ley mencionada fue promulgada en 1908 por el presidente José Figueroa Alcorta. Sin embargo, recién en el año 1981 se cumpliría con ese designio al inaugurarse el monumento al héroe gaucho en los bosques de Palermo.
Corría el año de 1913, cuando el Ing. Nolasco F. Cornejo interesó al escultor porteño Hernán Cullen Ayerza para que diseñara una maqueta con la impronta que Güemes debía conducir con bravura un caballo en señal de zafarrancho de combate. Cullen terminó su maqueta y el ingeniero Cornejo la donó al entonces Museo Provincial de Fomento. Miguel Solá que era propietario de otro ejemplar, se lo obsequió al Centro de Residentes Salteños en Buenos Aires en 1948.
Y así llegamos a 1920 cuando dos factores confluyeron para que la Comisión Nacional del Centenario de la Muerte del General Güemes se formara.
Por una parte, los homenajes destinados a perpetuar la memoria del caudillo organizados por el gobernador Joaquín Castellanos. Por otra la clara intención del presidente Hipólito Yrigoyen de darle a Güemes el sitial que le correspondía en la historia patria.
En realidad, fue el gobernador Joaquín Castellanos al decretar una semana de homenajes en el centenario de la muerte, en junio de 1921, quien bregó decididamente por la construcción de un monumento que recordara para los tiempos la figura del héroe gaucho. Castellanos pugnaba por el reconocimiento a la figura del líder salteño desde 1898. El gobernador poeta - al decir de don César Fermín Perdiguero- colocó la piedra fundamental para que se erigiera la obra, el 17 de junio de 1921 en la plaza Güemes. También el gobernador Castellanos a instancias de Benita Campos, directora de la revista "Güemes", mandó a construir el monolito en la intersección de la Avenida Belgrano y Balcarce en recuerdo del lugar donde fue herido el héroe gaucho, la noche del 7 de junio de 1821.
En 1920 se llamó a concurso para erigir el monumento en una plaza pública de la ciudad de Salta. En 1921, se constituyó la Comisión Nacional presidida en forma honoraria por el presidente de la República, Hipólito Yrigoyen, por el gobernador de Salta, Dr. Joaquín Castellanos y por el general Gregorio Vélez.
El general Pablo Richieri, atento su prestigio militar y las altas posiciones que ocupó, sugirió que se lo construyera en algún cerro aledaño a la ciudad, porque así se honraría debidamente a la guerra gaucha a la vez que sería una metáfora de las alturas que alcanzó la epopeya. Sin embargo, fue el doctor Ernesto Padilla, secretario de la Comisión y a la sazón diputado nacional por Tucumán, quien propició que se lo levantara en el sitio que actualmente se yergue enhiesto. El 1 de octubre de 1922, la Comisión eligió al ganador del certamen que había convocado al efecto: el escultor Víctor Juan Garino,
La obra en marcha
La construcción recién empezó en junio de 1925 con la excavación de un pozo de veintiún metros de profundidad y un diámetro de dos metros.
Los planos habían sido preparados por la Dirección de Arquitectura de la Nación, primero a cargo de los arquitectos Andrés Iñigo y René Villeminot y luego, ante el fallecimiento de este último, fue reemplazado por el arquitecto Alberto Milillo. A partir de allí, lentamente, pudo observarse cómo se elevaba la columna que sostendría la estatua del héroe; a continuación el deslizamiento de enormes bloques de piedra extraídos del propio cerro San Bernardo para cubrir esa columna y darle la fisonomía tan característica que presenta la vista del monumento.
Merced a su amistad con el Dr. Carlos Serrey, senador nacional por Salta, Garino se vinculó con diferentes personas quienes lo interiorizaron sobre las costumbres, modos y tradiciones del campo de Salta, evocando la gesta güemesiana. Las anécdotas y relatos le sirvieron al escultor para conformar los frisos que rodean la base del monumento; para imprimirle al gaucho que está en la parte inferior, a las espaldas de la estatua de Güemes: el gesto bravío propio de los centauros salteños, como así también para conformar un contorno del que en la actualidad la tecnología podría darles movimiento pues parecen figuras animadas.
La inspiración se debe a pasajes del libro la Guerra Gaucha de Leopoldo Lugones, de allí tomó las cargas de caballería con potros encabritados, al decir de don Carlos Gregorio Romero Sosa. El secretario de la Comisión, José María Romero Escobar, amigo y correligionario del presidente Yrigoyen, presentó a Garino al criador de caballos criollos y fundador de la raza, don Emilio Solanet, quien lo invitó a la hacienda El Cardal, en la provincia de Buenos Aires para que observase la fisonomía equina de esos corceles , pues hasta entonces dudaba en esculpir un ejemplar de la raza árabe o un peruano argentino de paso. Optó por el caballo criollo por que se creía que los que cabalgaba Güemes seguramente debían haber respondido más esa característica.
Garino fue un artista apegado a la verdad histórica, por lo que consideró conveniente reunirse con diferentes personajes representativos de Salta para que pudiesen relatarle episodios y costumbres del campo que tuviesen relación con la guerra gaucha. Fue así que aceptó el consejo de don Néstor Patrón Costas, don José Manuel Arias Uriburu, del poeta Juan Carlos Dávalos, de don Wenceslao Lozano Tedín y del gaucho Cirilo Montoya, quien le explicó el modo como se usan los guardamontes, el coleto y se “empujan” las ramas del monte por estrechos senderos mientras se junta el ganado. Ahora bien, en 1926, el periodismo lugareño, ávido de avances en la obra, criticaba la tardanza y hasta la flema sobre el modo como se la iba ejecutando, al punto que ese 17 de junio pasó totalmente desapercibido. Por ese tiempo no se hacía el tradicional desfile de fortines gauchos. Tal vez la única buena noticia güemesiana fue el estreno de la obra de Juan Carlos Dávalos, “La Tierra en Armas” en el teatro Ateneo de la ciudad de Buenos Aires. Mientras tanto, la estatua del héroe gaucho - cuya fundición se llevó a cabo en el Arsenal del Ejército Esteban De Luca - ya había sido colocada en el pedestal pero todo el complejo aledaño estaba sin concluir. Era una obra inacabada. El año de 1927 continuó impasible, solamente se cambió la piedra fundamental de la plaza Güemes hacia el inconcluso monumento del cerro.
Inauguración, con ausencias
Pasaron 1929 y 1930 y el monumento sin terminar. Recién la tarde del 20 de febrero de 1931 se produjo la inauguración oficial, aunque sin la presencia de las descendientes del general Martín Miguel de Güemes residentes en Salta, doña Francisca Güemes Arias y doña Carmen Güemes de Latorre, debido a la detención del Dr. Adolfo Güemes, hermano de ambas, que el gobierno de facto encabezado por el general José Félix Uriburu había dispuesto luego del golpe de estado del 6 de septiembre de 1930 que derrocó y encarceló al presidente constitucional Hipólito Yirigoyen. Al parecer la detención de Adolfo Güemes generó una fuerte grieta en el gobierno golpista.
Las autoridades que presidieron el acto inaugural fueron el presidente de facto Uriburu y el general Vélez, el mismo que presidía la Comisión pero que para entonces había sido designado interventor federal por el gobierno militar. Adolfo Güemes era nieto del general Güemes. Fue primero gobernador de Salta y luego candidato a vicepresidente de la Nación, integrando la fórmula con Marcelo Torcuato de Alvear. Tras el golpe fue inmediatamente detenido. Quien sí estuvo fue el escultor Víctor Garino pudiendo apreciar toda la magnificencia de su obra. Cabe recordar que, cuando se erigió e inauguró el monumento a Güemes, San Martín, Belgrano y Arenales ya tenían sus respectivas estatuas en Salta. Había pasado un siglo más diez años para que ese homenaje finalmente se concretara. Hasta entonces el espíritu del jefe de los gauchos y padre de la identidad nacional permaneció incólume en la memoria de su pueblo.
Por Abel Cornejo
Fuente de la Información: El Tribuno