El dato mata el relato
24/11/2018. Análisis y Reflexiones > Otros Análisis
Miles de espectadores de todo el planeta miran azorados escenas de barbarie y falta de civilización
Desde hace más de quince días, antes de que se jugara la primera superfinal entre River y Boca, vengo pregonando por todos los medios a mi alcance que ese partido no debió haberse jugado en la ciudad de Buenos Aires. Al momento de escribir esta nota, todavía se debate si entrarán o no a la cancha. Pero esa es otra cuestión: pertenece a la mafia del fútbol, sobre lo que escribiré próximamente. Hoy toca poner al desnudo de una vez por todas la pasmosa inseguridad televisada que pudo haber terminado en una tragedia. Y estamos a días de recibir a los mandatarios más importantes del mundo.
Según pudo verse esta tarde, es tan mayúsculo el grado de improvisación o de falta de profesionalismo de la policía, que aún viendo, incluso por monitores digitales, que una turba brutal, embravecida y bárbara esperaba al micro que transportaba a los jugadores de Boca Juniors para desintegrarlo a pedradas y botellazos, no detuvo de inmediato la marcha, antes de que se suscitaran los hechos. ¿Qué hubiera pasado si se le arrojaba al micro una bomba molotov en su interior? Mientras tanto, más allá de lo que opinaban cronistas deportivos y los jugadores agredidos, una vergonzosa reunión dilató y postergó el inicio del partido, rememorando la bochornosa noche en que los jugadores de River Plate, literalmente fueron privados de su libertad en el centro del estadio de Boca Juniors, cuando un inadaptado arrojó gas pimienta. Parece que ni la policía ni los dirigentes se dan cuenta o no saben, no se imaginan, lo que puede pasar ante una multitud de más de sesenta mil espectadores dentro de un estadio. ¿No recuerdan acaso la famosa masacre de la puerta 12? O es que además de intereses inconfesables están presos de una estulticia alarmante.
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La importancia de la transparencia en la Obra Pública
La seguridad en este país hace rato que está en crisis terminal, puesta en boca de oportunistas que creen que la mano dura y no la eficiencia, la formación, la educación integral, la erradicación de la corrupción, más salarios dignos, son las soluciones que deben dárseles a las fuerzas de seguridad. Si creen que agentes corruptos pueden ser los que administren la tan ansiada mano dura, pronto verán hordas armadas de delincuentes uniformados y no fuerzas dignas puestas al servicio del orden democrático. En varias ocasiones señalé, con todo énfasis, que resulta indispensable no solamente realizar una depuración de la fuerzas, sino que se firme un Pacto Federal de Seguridad, donde entre todas las provincias argentinas y el Estado, exista complementariedad en todos los órdenes y factores de un tema tan delicado y preocupante, como la seguridad del Estado.
No es con recetas autoritarias, ni con la abolición de las garantías individuales, ni vulnerando el debido proceso como se obtendrá más seguridad, sino cuando quienes tienen la responsabilidad y el poder tomen nota en su agenda, que para que una verdadera democracia se desarrolle en paz y armonía, resulta inexorable que exista un proyecto de Nación con políticas públicas sostenidas en el tiempo, sin oportunismos ni coyunturalismos inapropiados para la salud del Estado de Derecho. Hasta tanto eso suceda, miles de espectadores de todo el planeta, miran azorados escenas de barbarie y falta de civilización, que no empañan una fiesta popular largamente esperada, sino que la arruinan. De allí que siempre, los datos objetivos, matan cualquier relato, siempre subjetivo.
PUBLICADO EN VOCES CRITICAS EL 24 DE NOVIEMBRE DEL 2018