¿Estado versus libertad?
07/12/2023. Análisis y Reflexiones > Análisis y Reflexiones
Que estamos ante un cambio de época, resulta innegable. Como pocas veces se ha visto en la historia argentina, también es cierto. Acaso, porque jamás un presidente llegó al poder dos años después de lanzarse a la política, con un partido político
Y lo que es más notorio, sin haber tenido militancia, ni participación en un partido político. Durante la campaña electoral provincial, cuya elección se celebró el 14 de mayo pasado, anuncié sin ser profeta y en reiteradas oportunidades, que se discutirían dos modelos de país totalmente opuestos. Durante la contienda provincial esa opción no se produjo, aún cuando había una fórmula que supuestamente preanunciaba su adhesión política a Javier Milei, no ideológica, denominada Avancemos. Recién en las elecciones nacionales esta dicotomía apareció en todo su esplendor y allí se produjo otra sorpresa porque la propia fuerza que llevaba como nombre la palabra “cambio” no encarnó al enorme flujo de votantes que prefirió votar por el libertario como la preferencia antagónica ante el kirchnerismo. Los resultados están la vista y se comentaron hasta el cansancio. Lo que tampoco se vio es que ante la derrota de Juntos por el Cambio y el Kirchnerismo, se abrieron inexorablemente otras opciones electorales a corto y mediano plazo en la Argentina. Ya nada será como antes.
Aquí es donde se abre la nueva discusión política. Los libertarios, por convicción plena, son un estadío más arriba del liberalismo clásico: no creen en el Estado, ni en nada que provenga del sector público. Lo grafican con una frase. “todo lo que hace el Estado, lo hace mal”. En esa línea se conformó el gabinete nacional, con figuras que, en su gran mayoría tienen un pasado político, es decir fueron de la casta y encima de la casta de los noventa. Década en la cual las políticas privatizadoras desguazaron el Estado, con resultados que también son evidentes. Tal vez Aerolíneas Argentinas, fue el peor de todos, porque era una de los únicas empresas aerocomerciales del mundo, superavitaria. Por ello se prefirió colocar a Rodolfo Barra en la Procuración del Tesoro de la Nación y a Luis “Toto” Caputo como Ministro de Economía. Nadie puede hacerse el distraído con ninguno de los dos, porque claramente su ideario se corresponde con el argumento que se viene desarrollando. Bastante más que la mitad de los argentinos prefirió inclinarse hacia ese camino.
El liberalismo clásico de Adam Smith, David Ricardo o John Stuart Mill nada tiene que ver con las ideas libertarias. Aquellos viejos pensadores de la libertad privilegiaban la iniciativa privada como forma de progreso de la economía dentro de una comunidad que se organizase orgánicamente en un estado eficiente. No creían en el estado benefactor de Keynes, sí en el estado que regula y controla en posición de garante aglutinador. Los libertarios aborrecen el estado y creen que las reglas y variaciones del mercado son los únicos instrumentos reguladores que en definitiva deben prevalecer dentro de una sociedad. No se sabe bien si esa es una sociedad que pretende organizarse de tal suerte o conduce al Leviathán de Hobbes.
La existencia o perduración de los estados tal como los conocemos actualmente es la próxima discusión que se viene en todos los foros de pensamiento, pero también en la realidad. En la actualidad hay corporaciones, cuyos patrimonios suman el producto bruto de más de veinte países. A su vez el hambre, la eclosión del ambiente y la falta de trabajo por reemplazo tecnológico, distancia cada vez más la brecha. Sin embargo, la disolución o empequeñecimiento de los estados no es una política mundial que se aplique sistémicamente, en todo caso es una consecuencia de la superpoblación, la falta de alimentos y agua potable, más la sustitución del trabajo humano por producción tecnológica. En ese drama al que se enfrenta la humanidad no hay Leliqs, ni Lebaqs. Hay debates sobre planificación y preocupación ante lo inminente. Parecería que la producción debería ser el rumbo inexorable, no el capitalismo financiero que por estas horas devela a los argentinos.
En nuestro país, no cabe duda que hay que ordenar las cuentas públicas y el déficit fiscal, como también debe existir un proyecto nacional de desarrollo respecto del cual el Estado no puede ser excluido de ninguna manera. Así se formó la Argentina y así llegó a ser importante en el concierto de las naciones, que no es lo mismo que afirmar de que fue la primera potencia del mundo, por la sencilla razón de que nunca lo fue. Como tampoco es cierto que Carlos Pellegrini - uno de los grandes estadistas que tuvo nuestro país - hubiese sido un precursor de las ideas libertarias; entre otras cosas Pellegrini fundó el Banco de la Nación Argentina, justamente para dar crédito y promover el desarrollo agroexportador. Demás está decir que el Banco Nación, desde entonces hasta ahora, es una institución estatal. Pellegrini fue el piloto de tormentas que condujo el timón de un país convulsionado económica y políticamente hacia una gran prosperidad, luego de la grave crisis que desembocó en la Revolución de 1890, como consecuencia de la cual renunció el presidente Miguel Juárez Celman. Muchos deberían recordar que la historia sirve para no cometer los mismos errores.
Esa crisis de 1890, justamente, se originó en el plano económico por la escandalosa especulación financiera que se montó en aquel entonces, cuyos principales beneficiarios no eran funcionarios del Estado, sino especuladores de la bolsa y de títulos cuyo valor resultaba imposible de sostener. Otra vez: especulación versus producción. Mario Rapoport, un estudioso del tema, afirma que el tema latente actual sobre la renegociación de la deuda, lo llevó a estudiar la crisis de 1890 y concluye que las similitudes son asombrosas. Sobre todo por el déficit de las cuentas públicas y el aumento del gasto más la caída del ingreso. De esa crisis se salió con políticas públicas eficientes y fundamentalmente con decencia ¿Alguien recordará que esa palabra figura en el diccionario?
Es decir que Pellegrini, tal vez más que muchos de los representantes de la generación del 80, creía en el Estado Nacional y su eficacia. A tal punto que el presidente intentó nacionalizar la banca Baring, por la deuda que se venía arrastrando desde setenta años atrás contraída durante el gobierno de Bernardino Rivadavia. Nacionalizar una compañía financiera extranjera, no es precisamente una solución que tomaría el pensamiento libertario. Dicho sea de paso, en aquella época no existía el Banco Central. Esa institución fue fundada durante el gobierno de Agustín P. Justo, el 28 de mayo de 1935, en reemplazo de la Caja de Conversión que funcionaba desde 1890. Ricardo Arriazu, es un experimentado economista argentino con una vasta trayectoria. Hace pocos días sostuvo que una de las salidas de la crisis argentina es mejorar urgente las exportaciones y para ello puso a la India como el principal cliente que debería tener nuestro país. Dice Arriazu que la productividad es la clave para el progreso social ¿Será escuchado en algún momento?