Güemes y la Independencia argentina
25/05/2021. Análisis y Reflexiones > Análisis sobre Cultura
Le tocó gobernar en una realidad geopolítica en procesos revolucionarios y, según Joaquín Castellanos, encarnó el alma del norte argentino.
La sola mención al vínculo entre la Independencia de la Nación y el rol que en ella desempeñó Martín Miguel de Güemes es un aspecto fascinante para la historiografía argentina. Así como su pensamiento político es materia actual de debate, la influencia del héroe gaucho en la independencia resulta un punto clave para comprender cuáles eran sus fines, los verdaderos objetivos que lo impulsaron a llevar adelante una gesta impar. Los representantes salteños cuando se convocó al Congreso de Tucumán fueron José Ignacio Gorriti y Mariano Boedo. El coronel José de Moldes que también resultó electo por el Cabildo de Salta para participar en ese magno evento, finalmente no pudo conseguir que se aceptara su diploma. Claramente la posición en contra de Moldes se debió a que aspiraba a ser Director Supremo y tenía amplias posibilidades de resultar electo.
Cabe recordar que el Congreso se congregó para declarar la independencia, pero también para organizar constitucionalmente a las entonces Provincias Unidas. Se consiguió lo primero, pero darle un marco legal de sustento fue un obstáculo que recién pudo ser superado varias décadas más tardes, con dos batallas de por medio: Cepeda y Pavón. Así se sancionaría la Constitución confederativa de 1853; posteriormente se incorporó Buenos Aires mediante la reforma de 1860, cuyos efectos socavarían las bases del federalismo argentino, hasta la fecha.
Geopolítica de entonces
Pero volviendo el tiempo atrás, en Tucumán se discutió también la forma de gobierno que adoptarían las Provincias Unidas. Todavía no existía una conciencia democrática. Sobre todo en ciertas elites, para las cuales la sola mención de la palabra "democracia" les causaba desdén. Y no se percataban que desde los movimientos revolucionarios de Chuquisaca y La Paz, ocurridos el 25 de mayo de 1809, exactamente un año antes de la Revolución de Mayo, sembraron el espíritu republicano por estas tierras. Basta recordar que la conformación del Congreso de Tucumán fue muy diferente a la disposición geopolítica actual de nuestro país. Conforme a ello, por el Alto Perú (actual Bolivia) fueron cuatro representantes y otros no pudieron llegar a causa de la guerra, sobre un total de veintinueve. Es decir que el eje de las decisiones giraba en torno a un territorio mayor o por lo menos diferente al actual. Los diputados altoperuanos eran republicanos por convicción y en seis años de lucha el pueblo al que representaban había soportado estoicamente todo tipo de escarnios y humillaciones con una saña particular de parte de los españoles. Muchos se inmolaron heroicamente en defensa de su causa.
La discusión por la forma de gobierno se puso pronto en escena en el seno del Congreso. Hubo una sesión en que se lo convocó a MANUEL BELGRANO para que expusiese su teoría sobre la implantación de una monarquía incásica. Es decir sentar en un trono a un descendiente de los Incas y fundar una dinastía americana. Había otros que bregaban por forjar una alianza con algunas de las casas reales europeas.
Y finalmente estaban quienes realmente pensaban en fundar una nueva nación. ¿En qué posición estaba Güemes? Mucho se conjeturó al respecto. Hasta incluso se llegó a sostener, erróneamente, de que era un monárquico moderado. Sus propias actuaciones, su compromiso y su inquebrantable conducta demostraron en seis años de arduo guerrear en soledad que esto no es más que una triste infamia. Para llegar a ese equívoco se fundan en una carta que el hermano mayor del caudillo, Juan Manuel de Güemes, le dirigió a José Ignacio Gorriti que decía: “aunque sea el Inca, que se declare la independencia”. Si nos ubicamos en tiempo y espacio, en el Congreso de Tucumán, en primer lugar se libraba una sorda contienda política sobre quién sería el Director Supremo, entre Moldes y Pueyrredón. A su vez, Güemes llevaba un año de gobernador y no avizoraba que nadie, salvo el libertador San Martín, tuviese en claro cómo debían sostenerse los ideales de mayo. Por último, había conseguido mediante un trabajo de orfebre de su hermana Macacha, que el general José Rondeau se retirase de Salta, lo que le permitió pensar un proyecto político que quedó inconcluso con su muerte.
Otro factor determinante es que Güemes por una parte debió aliarse con Pueyrredón, quien a su vez era el principal defensor de San Martín en Buenos Aires, y a su vez, caminar por la angosta cornisa de tener que lidiar entre la propuesta monárquica incásica, que despertó la inmediata repulsa porteña, con la defensa a ultranza de las autonomías provinciales en contra del centralismo que Buenos Aires terminó imponiendo. Basta comprobar que dicha provincia había enviado siete representantes y luego trasladó el Congreso hacia allí y deliberó tres años más. Igualmente, había defensores de sus intereses que representaban a otras, como el caso de Pueyrredón que era diputado por San Luis, por ejemplo. Recordemos la abstención de las provincias del litoral que adherían a José Gervasio de Artigas.
La conciencia del Norte
Para qué escribir palabras nuevas, cuando otros las dijeron mejor, antes. En las honras a Güemes tributadas por el gobernador Joaquín Castellanos hace cien años, en uno de sus célebres discursos en los actos conmemorativos que se extendieron durante una semana completa, nos revela el pensamiento profundo del caudillo, cuando sostuvo que: “entre el pueblo de Salta y Güemes hubo un intercambio de supremos valores morales, que se convirtieron en su superior energía para defender y salvar la Patria. El pueblo le entregó su corazón y el él le dio su conciencia cívica. La estoica consagración a un ideal hace a los mártires; un gran pensamiento y una gran voluntad a los héroes; pero es una sola conciencia iluminada la que hace a los redentores de los pueblos. Y la de Güemes fue la del norte de la república, y la del norte se hizo la conciencia misma de toda la nacionalidad en la hora más extraordinaria de su vida cuando ésta era tragedia en todo el interior del país por la anarquía; epopeya con San Martín en el exterior, y drama, intenso drama aquí en el norte, con las campañas milagrosamente triunfales y la heroica inmolación del adalid incomparable, que no es, en nuestros anales, la figura más grande, pero sí la más honda, la más genuina y la más estética expresión del alma argentina”.
Por Abel Cornejo
Fuente de la Información: El Tribuno