Heroínas, la verdad histórica
31/12/2021. Análisis y Reflexiones > Análisis y Reflexiones
El 21 de diciembre pasado, en un diario de gran tiraje de la Capital Federal, se publicó un artículo sobre María de los Remedios del Valle, a quien según el autor de la nota, Sergio Puertas, era una mujer de raza negra cuya característica, negativa p
Nacida en Buenos Aires, supo alistarse en las filas del Ejército Auxiliar del Perú cuando lo comandaba MANUEL BELGRANO. No existen registros históricos de que haya combatido en Tucumán y Salta, pero sí que tuvo una actuación, descollante, heroica y abnegada en las brutales derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, a raíz de lo cual la comenzaron a llamar la Madre de la Patria.
En sendas derrotas, María de los Remedios, atendió a los heridos, sepultó a los soldados caídos e hizo algo más extraordinario aún que su inigualable labor humanitaria. Ante el desbande generalizado, con un coraje temerario, reorganizó la retirada que, de no haber sido por ella, ambas catástrofes militares pudieron haber sido mucho peores. Evitó una feroz carnicería humana. Más cuando la saña española impregnada de ira y revancha quería abalanzarse sobre las reliquias de un ejército destrozado. En medio de ese mar de dolor y angustia, estuvo la presencia inquebrantable de María de los Remedios para llevar auxilio y consuelo. María de los Remedios había nacido en 1766, su marido y sus hijos se enrolaron en la milicia, convencidos de la causa patriota.
Sin embargo, aquí es donde debe ponerse el acento en una nota que mezcla la Batalla del Desaguadero, la de Tucumán sin mencionar la de Salta y el socorro de las denominadas “Niñas de Ayohuma”, a lo que se le suma su participación en la jura de la bandera nacional a orillas del río Pasaje, junto a Martín Miguel de Güemes y Juan Antonio Álvarez de Arenales y aquí sí es donde deben realizarse algunas precisiones para corregir inexactitudes.
En efecto, resulta loable y auspicioso que se pretenda difundir a los cuatro vientos la historia nacional, pero no acumular a próceres y heroínas en actos esenciales del pasado de la argentinidad, dando por ciertos episodios que no ocurrieron.
Así es que en la Batalla de Huaqui, Guaqui o el Desaguadero, no combatió el general Manuel Belgrano al mando de las fuerzas nacionales, ni siquiera estaba en el norte. Esa batalla se libró el 7 de noviembre de 1811. El mando de las tropas patriotas estuvo a cargo de Juan José Castelli y Antonio González Balcarce. Ahora bien, el mismo 13 de febrero de 1813 en que Belgrano hacía jurar la bandera nacional y lealtad a la Asamblea General a orillas del río Pasaje, el Triunvirato lo nombró general en jefe del Ejército Auxiliar del Perú, cargo en el que fue puesto en funciones el 26 de marzo, por Juan Martín de Pueyrredón en la Posta de Yatasto, quien había dimitido. Antes, Pueyrredón había reemplazado en el mando a Castelli y Balcarce.
Para esas fechas, es decir febrero y marzo de 1813, Martín Miguel de Güemes que había sido amonestado por Belgrano, primero llegó a Santiago del Estero en junio de 1812 y luego fue trasladado a Buenos Aires. Es decir, no estuvo en Salta y por ello no participó ni de la jura de la bandera, ni de las batallas del 24 de septiembre de 1812, librada en Tucumán, ni de la de Salta, el 20 de febrero de 1813. Seguramente, el autor del artículo habrá confundido la jura anterior de la bandera, ocurrida el 27 de febrero de 1812 a orillas del río Paraná por las baterías Libertad e Independencia.
A su vez, el general Arenales, a quien Belgrano reconoció por su patriotismo el grado de coronel previamente, se encontraba preso de los españoles en la ciudad de Salta cuando se juró la bandera a orillas del río Pasaje. Unos días antes de que Pío Tristán sitiase a la ciudad de Salta, en las vísperas de la Batalla del 20 de Febrero, una intrépida partida al mando de Eustaquio Díaz Vélez, logró burlar las filas enemigas y liberar a Arenales, quien de ese modo sí pudo participar de la contienda. Quiere decir, entonces, que las elucubraciones o conjeturas no son útiles para relatar la verdad de la historia. María de los Remedios del Valle fue una heroína inigualable, cuya presencia activa en Vilcapugio y Ayohuma la hizo entrar en el parnaso nacional.
Güemes que había sido digno de elogio en las Invasiones Inglesas y Suipacha alcanzaría su cenit personal a partir de 1814 y Arenales fue nada menos que el vencedor de la Batalla de la Florida, librada un 25 de mayo de 1814 y tal fue su gloria personal que el gobierno encargó que toda ciudad del país honrara este triunfo denominando a una calle, mandato que su cumplió hasta la fecha.
Para cerrar esta suerte de interludio, es de suponer que nadie le negará ni valor ni entrega a la gesta llevada a cabo por Juana Azurduy, de quien se comenzó a escuchar que habría combatido junto a los gauchos de Güemes, cuando en realidad, todas sus inigualables proezas ocurrieron en el Alto Perú, a costa de perder su familia entera como María de los Remedios del Valle.
Ambas ocupan un sitial de privilegio en el Panteón nacional y son reconocidas por sus incomparables virtudes en la gesta de la independencia. Seguramente a ninguno de ellos ni de ellas, les gustaría que se los recuerde en lugares que no estuvieron, precisamente porque la gloria y su heroísmo no necesitan de invenciones, sino de certezas.
Fuente de la Información: El Tribuno