Heroísmo y genio a orillas del Paraná
03/02/2024. Análisis y Reflexiones > Análisis y Reflexiones
Durante los meses de enero y febrero de 1813, mientras se libraba la denominada Guerra del Sitio de Montevideo, recrudecieron las hostilidades y luchas internas en el bando patriota; principalmente entre el caudillo oriental José Gervasio de Artigas y el
Por Abel Cornejo
A su vez, la facción española la comandaba el capitán general y gobernador de Montevideo, José Gaspar de Vigodet, quien aprovechó las disidencias patriotas para establecer un bloqueo aguas arriba de la boca del estuario del Río de la Plata.
La armada española tenía como misión el control integral de la cuenca del Paraná. En ese contexto es que se entiende el combate de San Lorenzo, que además del bautismo de fuego del Regimiento de Granaderos, comandado por el entonces teniente coronel José de San Martín, contribuyó a disuadir al Ejército de Tierra español a no incursionar en tierra firme. Recién con la aparición del marino irlandés al servicio de la causa nacional, Guillermo Brown, la Revolución torcería el rumbo de la escuadra realista.
A su vez, el Segundo Triunvirato, que era el máximo órgano de gobierno patrio por aquel entonces, le había encomendado a San Martín la protección de la costa occidental del Paraná desde Zárate hasta Santa Fe. El militar nacido en Yapeyú venía de ser condecorado por su actuación en Bailén, Arjonilla y la Albuera. Curiosamente en Arjonilla, estuvo a punto de perder la vida, como le ocurrió en San Lorenzo. En Arjonilla lo salvó el soldado Juan de Dios, en forma casi milagrosa, dado el denuedo con el que había emprendido el combate. Ahora bien, a raíz de que un soldado paraguayo que había caído prisionero de los españoles y pudo darse a la fuga, la noche del 31 de enero de 1813 - el mismo día en que se había reunido por primera vez la Asamblea General, para darle forma institucional a la Revolución de Mayo – San Martín se enteró que las tropas españolas a las que debía salirle al cruce de manera inminente contaban con 350 hombres. Los Granaderos sumaban un total de 120 jinetes montados, ávidos de acometer la acción para emprender el lance, para el que habían sido bien adiestrados. El comandante militar de la ciudad de Rosario, el uruguayo Celedonio Escalada, había formado una tropa pequeñas de 30 lanceros, armados con lanzas, fusiles, chuzas, sables y pistolas. Escalada era quien mantenía al tanto a San Martín de los movimientos realistas, hasta que se ubicaron frente a una alta barranca en donde se erigía el monasterio franciscano de San Carlos, ubicado 26 kilómetros al norte de la ciudad de Rosario. El frente del convento miraba hacia el este, desde donde se extendía una planicie que se truncaba con las altas barrancas de la rivera. El fondeo de las naves españolas se produjo a unos 200 metros de la orilla, debido a que es uno de los sitios donde el río Paraná, alcanza su mayor anchura. Desde el 30 de enero, es que el Gran Capitán esperaba el momento exacto para trabarse en la lid.
San Martín en las vísperas de la disputa, dispuso que los granaderos ingresaran a los claustros del convento, montados en sus corceles y se aprestaran para oír el clarín. Mientras tanto, había establecido que el campanario era su torre de vigía y observación sobre la escuadra española que, sin duda, no se había percatado del despliegue sigiloso de los jinetes patriotas que contenían la respiración ante la tensión del instante. Cuando a las cinco de la mañana del 3 de febrero comenzó a iluminarse el horizonte, después de haber subido otra vez al campanario, San Martín divisó con su catalejo que varios lanchones tripulados por soldados españoles desembarcaban en las playas de la barranca; esperó que ascendieran el promontorio y que el tambor redoblara mientras se desplegaba el pendón real y un pífano marcaba el compás de la marcha. Fue entonces que sonó el clarín de guerra y por ambos costados del monasterio los granaderos a galope tendido y en una fila que sorprendió hasta los propios realistas por su marcialidad y organización se abalanzaron sable en mano. Se estima que el glorioso combate de San Lorenzo no duró más de cuarto de hora. Fue tal la velocidad de la embestida y el estruendo de la carga que los españoles perdieron no sólo su bandera y su abanderado, sino que además dejaron en el campo de batalla 50 cañones y murieron 40 soldados. Los granaderos tuvieron 27 heridos y 15 muertos, entre los que habían: un correntino, Juan Bautista Cabral, dos porteños, 3 puntanos, 2 riojanos, 2 cordobeses, un oriental y un santiagueño. Como si el corazón federal de la Patria en ciernes hubiese ofrendado la vida de sus mejores hijos en ese súbito momento. En la retirada desesperada de las tropas realistas fue alcanzado por una bala mortal el capitán Justo Germán Bermúdez, a quien San Martín le había encomendado encabezar el escuadrón. Bermúdez es uno de los grandes olvidados de la historia argentina. Uruguayo de nacimiento, tenía 29 años y tres hijas al momento de su muerte. Rondeau lo había recomendado por su inteligencia y valor en combate durante el Sitio de Montevideo.
Y por cierto, al igual que en la escena de Arjonilla, en medio del fragor de ese combate tan breve y cruento, un bala había tumbado el caballo del Libertador San Martín, y el correntino Juan Bautista Cabral, haciendo un esfuerzo hercúleo pudo sacarlo de su aplastamiento y al recibir un balazo en el pecho, horas después, expiró diciendo: "muero contento, hemos batido al enemigo". La versión de esa frase, se la encuentra en la página 93 de la Historia de San Martín y la Emancipación Sudamericana, escrita magistralmente por Bartolomé Mitre. Y desde entonces, para gloria de la Nación, es que en numerosísimos actos públicos se entonan con fervor, esos fragmentos maravillosos de la Marcha de San Lorenzo, escritos por Carlos Benielli y musicalizados por Cayetano Alberto Silva:
"Febo asoma, ya sus rayos/ Iluminan el histórico convento./ Tras los muros, sordos ruidos,/Oír se dejan de corceles y de acero.
Son las huestes que prepara/ San Martín para luchar en San Lorenzo./ Y el clarín estridente sonó/ A la voz del gran jefe, 'a la carga ordenó'".
Fuente de la Información: El Tribuno