Jujuy y Güemes
26/04/2021. Análisis y Reflexiones > Análisis y Reflexiones
Un interesante capítulo en la ciclónica historia de Martín Miguel de Güemes es su relación con Jujuy. No se trataba de una inquina personal, sino de la posición jujeña en pos de su autonomía, desde que se produjera la Revolución de Mayo.
Jujuy tuvo notables pensadores, de sólida formación como el canónigo Juan Ignacio Gorriti -único sacerdote que fue gobernador de Salta, antes de la escisión de Jujuy-, José Manuel Portal y Teodoro Sánchez de Bustamante, fundamentalmente. No puede incluirse en esta lista a Mariano Gordaliza por su personalidad meliflua y fluctuante. El hecho es que, nombrado Güemes gobernador intendente de Salta, las ciudades sufragáneas, como se les decía a las más importantes que no fuesen la propia capital, comenzaron a adherir a dicha designación.
Así lo reconocieron rápidamente Orán, Tarija y Santa María de Catamarca, que se separó de Salta, después de la muerte del caudillo. Sin embargo, Jujuy planteó objeciones. El viejo Derecho Indiano, que se remontaba a las Partidas de Alfonso el Sabio, al Fuero Juzgo, las Leyes de Toro más la Nueva y Novísima Recopilación de las Leyes de Indias establecía que caída la autoridad regalista, como había sucedido con la abdicación de Fernando VII y su padre Carlos IV, luego del episodio conocido como la farsa de Bayona, a favor del invasor francés, que culminó con la coronación de José Bonaparte como José I, hizo que los intelectuales jujeños sostuvieran su posición en que cuando caía la autoridad del rey, ésta retornaba al pueblo y a su vez el Estatuto de 1815, tenía una cláusula que le servía tanto a Güemes como a las pretensiones jujeñas, según la cual, cada ciudad podía elegir su gobernador. Salta lo había hecho, aún antes de la vigencia del Estatuto Provisional.
Ante la reticencia jujeña, se convocó a una reunión en Salta el 29 de mayo de 1815, que se celebró en la casa del propio Güemes. Asistieron, por Jujuy: el canónigo Gorriti, los doctores Juan de la Cruz Monje y Mariano Ulloa, quienes habían venido directamente desde el Perú, porque desde el inicio se habían adherido a la Revolución de Mayo en contra de la voluntad mayoritaria de los políticos jujeños, y, por Salta el anfitrión, el alcalde de primer voto Francisco Alberro y don Miguel Aráoz, el mismo que le había entregado el mando gubernativo a Güemes, además del ministro Pedro Antonio Arias Velásquez. Inmediatamente quedaron sentadas las dos posiciones. Los representantes de Jujuy que sostenían, vehementemente, mediante la palabra del canónigo Gorriti que, al caducar la autoridad virreinal en Buenos Aires, las ciudades habían recuperado su autonomía.
Esta postura fue refutada por el propio Güemes, quien afirmó que le resultaba incomprensible el rechazo a su designación, debido a que antes de él, Jujuy no había objetado a ninguno de los gobernadores designados por Buenos Aires y ahora se revelaban a un mandatario electo por la voluntad del pueblo. Triunfó la posición de Gorriti, en aquella ocasión, sosteniendo que cada ciudad debía elegir diputados para que a su vez decidieran quién sería el gobernador. Astuto como era, Güemes aceptó, pero no la elección de diputados, sino que cada cabildo volviese a deliberar, para no caer en la anarquía. Y a continuación propuso comparecer personalmente ante el cabildo jujeño, debido a que había una facción que no aceptaba deliberar con él.
El 13 de septiembre de 1815, Martín Güemes entró en Jujuy montado en su brioso caballo negro, con escolta militar de algunos gauchos y el pueblo salió a las calles a vivarlo en forma masiva, lo cual, molestó profundamente a la elite jujeña. El Cabildo Abierto se reunió el 16 y entonces el caudillo salteño ordenó que no quería ninguna escolta e ingresó a la Sala Capitular solo, tras lo cual designó al Dr. Mariano Boedo como presidente de la Asamblea. Explicó que comparecía como un ciudadano más y que se limitaría a mediar, pero prefería no presidir la Asamblea, no obstante a que por su condición estaba facultado para hacerlo. Primero hubo un sector minoritario encabezado por José Manuel del Portal que le espetaron que no tenía libertad para sufragar, debido a que había entrado escoltado a la ciudad y Jujuy no tenía ni una espada. Entonces Güemes hizo que su pequeña escolta se fuera a los arrabales de la ciudad. No llegaban a sumar quince gauchos, porque el caudillo consideraba que la reunión, al igual que su elección en Salta, el 6 de mayo, debía ser absolutamente deliberativa y sin condicionamientos. Para llevar calma a sus disidentes les aseguró haber quedado solo, indicándoles que consultaran al pueblo jujeño que seguía aclamándolo en la plaza en forma pacífica, bulliciosa y festiva.
A continuación manifestó: "no he venido señores a subyugar a un pueblo que me merece el más distinguido aprecio". Luego de una deliberación que transcurrió por carriles lógicos, José Manuel del Portal y el propio Boedo, expresaron que era la voluntad del Cabildo jujeño la de reconocerlo como gobernador legítimo y que San Salvador se sumaba a Orán, Tarija y Salta. Sin embargo, esta suerte de conciliación en Jujuy, era solo el principio de una serie de acontecimientos que en el futuro podrían en pugna a Güemes con la elite jujeña y cada vez que pudieron designaron, a veces por horas, un gobernador sustituto. La confirmación del caudillo como gobernador provocó escozor tanto en el jefe del Ejército Auxiliar del Perú, el general José Casimiro Rondeau, que recién lo reconocería como tal luego de la firma del Pacto de San José de los Cerrillos el 22 de marzo de 1816, como por el directorio en Buenos Aires, pues chocaba con sus intereses centralistas y veía en el surgimiento de su figura un verdadero desafío a su autoridad.
Fuente de la Información: El Tribuno