La argentinidad al palo, otra versión de la Bersuit
06/04/2023. Análisis y Reflexiones > Análisis y Reflexiones
Desde hace unos años a esta parte, no pocos argentinos sentimos la orfandad de que dejamos de tener un proyecto nacional. Se gobierna para la necesidad o para la urgencia, pero nadie puede afirmar a ciencia cierta que existe un proyecto de país.
Por Abel Cornejo, para HolaSalta
Un país sin proyecto es como un barco a la deriva que termina engolfándose en alguna playa desierta. No tiene destino. Duele decirlo, pero mucho peor es callarlo y admitirlo sin ambages. Tal vez allí residan una de las principales causas del desencanto de la juventud. Un número importante de jóvenes emigran fuera de nuestro país, buscando otros horizontes, muchos de ellos, destinos lejanos. Curiosamente, y no por casualidad no se dirigen hacia naciones en crisis, sino a sitios donde pueden obtener algo de prosperidad. Algunos irresponsables dicen livianamente que es porque son ciudadanos del mundo; otros con más tino y cordura piensan que si la Argentina volviese a ser tierra de oportunidades reales y concretas, en vez de irse los jóvenes, vendrían aquí desde otros lugares del mundo. En lo personal me duele y mucho que la juventud se vaya. Es como la naturalización del desencanto. O la consagración del fracaso mirando al futuro.
Junto con eso, nos encontramos que a los jóvenes se los critica por no participar en política. Muchos quieren y no pueden; a otros directamente no los dejan. Pero una mayoría significativa elige directamente ignorar la participación en funciones públicas porque considera que les mienten, les roban la esperanza, ven que algunos viven de una manera tal que sus ingresos jamás podrían coincidir con el nivel que ostentan y a la fascinación por la tecnología y la modernidad, le responden con ineficiencia y atraso, más otras prácticas clientelísticas que en no pocos casos los llevan a preferir propuestas extremas que a otras expresiones más moderadas. Quienes fuimos jóvenes en otros tramos de la vida, debemos recordar que la juventud sin rebeldía, sin ímpetu, sin sueños, utopías, sin errores no forzados, no sería juventud, serían almas viejas que andarían como los protagonistas del país de los zombies.
El desafío es cómo incorporar o incluir a los jóvenes en la política y que ellos estén convencidos que sin intermediarios ni nadie les indique como, puedan tener poder de decisión para cambiar las estructuras viejas y perimidas de la sociedad, no para que ellos se amolden a lo viejo, a lo que ya fue. No solamente la globalización cambió sociológicamente a la humanidad; las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial, las formas menos acartonadas, la simplificación de las comunicaciones, entre otros factores incidieron de manera determinante. Es cierto que la sociedad de consumo en muchísimos casos se llevó puesta a la solidaridad y hasta la arrasó. Sin embargo, existen numerosos movimientos en todo el mundo, en su mayoría integrados por jóvenes, que integrando nuevos colectivos sociales marchan hacia un mundo diferente que no es peor, es distinto.
La aceptación de la velocidad de esos cambios es uno de los grandes desafíos para los Estados modernos. Pensemos solamente que la existencia de criptomonedas y la aceptación universal que tienen, sin regulación alguna, sin bancos centrales que las controlen, sin saber quien las emiten, más las cotizaciones que alcanzan y la competencia que tienen respecto a las monedas de curso legal, es uno de los cambios más espectaculares que tuvo la economía en toda su historia. Todos los cambios sociales tienen cosas buenas y malas. No se trata de tener una visión maniquea de la existencia, sino que en adaptarse a esos cambios. Pensemos que otro fenómeno indescriptible y disruptivo son las redes sociales. Hoy sería impensable que exista una campaña electoral o de cualquier índole sin redes.
No obstante, son quienes van sustituyendo a los medios tradicionales y además fijan de manera repentina la agenda conforme a las preferencias que se manifiestan en ellas. Algo está claro, nadie que quiere participar en política puede ignorar a las redes por ejemplo. Y a la vez, los seguidores de algunas de las redes masivas, sea por descreimiento, desinterés o desconfianza, no tiene por costumbre seguir a los políticos. Uno de los grandes filósofos de este tiempo controversial es el surcoreano Byung Chul Han. Uno de sus libros se llama la Sociedad del Cansancio. Allí Byung advierte sobre el proceso de desmaterialización que vive la humanidad dirigiéndose vertiginosamente hacia la realidad digital, con lo cual el aprecio hacia lo material, que según Byung, nos daba sentido por la existencia, va desapareciendo y masificándose al punto de ir abandonándose lo material por lo virtual. Cabe destacar que Byung es un ácido crítico de muchos de los cambios que a su entender están volviendo menos humana a la humanidad.
Sin duda alguna, todas estas cuestiones que se van describiendo no son ni alentadoras ni desalentadoras, sino que son nada menos que la realidad, lo actual, lo presente y curiosamente no tan palpable, por aquello de que lo virtual va sustituyendo lo material. Incluso la inteligencia artificial y la irrupción de la robótica no s muestran formas de trabajo diferentes a las conocidas hasta el presente y también la sustitución de lo humano por lo artificial.
Recordemos que una máquina llamada Deep Blue derrotó a la campeón mundial de ajedrez Garry Kasparov en 1996, es decir hace 27 años y de paso inició el declive de uno de los juegos de estrategia más importante de la historia de la humanidad. Eso sí, en el ajedrez se competía entre humanos. Nadie puede poner en crisis que ese hecho marcó un antes y un después entre la inteligencia humana y la inteligencia artificial. Ahora bien, algo sí nos queda por reflexionar, ante todos estos cambios tan fascinantes como vertiginosos: ¿será capaz la humanidad de no deshumanizarse? Sólo en un tiempo lo sabremos.
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Fuente de la Información: Hola Salta