La hora de las regiones
14/06/2020. Análisis y Reflexiones > Análisis sobre Cultura
Después del arrasador efecto que produjo en la economía nacional la aplicación del modelo neoliberal, implantado por cuatro años sin miramientos, más la desaceleración que venía sufriendo desde tiempo atrás, sumándole el coeficiente inflacionario
Después del arrasador efecto que produjo en la economía nacional la aplicación del modelo neoliberal, implantado por cuatro años sin miramientos, más la desaceleración que venía sufriendo desde tiempo atrás, sumándole el coeficiente inflacionario más el dólar como factor determinante del sistema financiero, nuestro amado país vuelve a encontrarse en una encerrona de difícil pronóstico, a menos que recuperemos definitivamente un proyecto nacional a largo plazo con políticas públicas sostenidas en el tiempo, las que curiosamente, a lo largo de la historia han provocado escozor en los organismos internacionales. Tal vez la ictericia sea fundada para ellos.
Acaso porque cuando existe un proyecto nacional de país y la economía está enderezada tras él, las naciones comienzan a autoabastecerse, a presentar saldos favorables en su balanza comercial y sistema de recaudación, razón por la cual los créditos expoliatorios a los que Argentina debió recurrir tantas veces, se tornan absolutamente innecesario. Cada tanto es bueno recordar aquel clásico de Aldo Ferrer: Vivir con lo nuestro. Es posible vivir con lo nuestro en el Siglo XXI. Desde luego que sí. Nunca debe olvidarse esa magistral enseñanza de Amartya Sen: no es sólo falta de recursos, es falta de libertad para llevar a cabo los planes de vida.
Ahora bien, nadie puede tener la vanidad ni la arrogancia de creer que por sí solo tiene la receta mágica para que el país vuelva la senda del crecimiento.
No obstante, hay algunos factores que merecen analizarse con detenimiento. Los agoreros apocalípticos del neoliberalismo, se llenan la boca pregonando que con la disminución del gasto público, se arreglan casi todos los problemas. Pero si se toma un modelo desarrollista – productivo, y se conoce realmente a la Argentina profunda, fuera de esa mirada cínica, puede comprobarse que en algunos lugares sin la intervención del Estado, caen inmediatamente en la inanición.
Lo repugnante de las variantes neoliberales es que privilegian los números y la endemoniada estabilidad monetaria por sobre la condición humana. No es un problema de la ciencia económica, sino de filosofía existencial y de humanismo. Por eso es que, si tomamos el caso “Vicentín”, los apólogos del caos recomendarán siempre que el Estado no debe intervenir; una visión humanista diría que miles de trabajadores y trabajadoras quedarán exangües, sin tener que comer. ¿Ese es el país que queremos? Una Nación que posterga y olvida a quienes necesitan nuestra solidaridad no merece ser llamada tal.
La Argentina parecería necesitar dos medidas urgentes. Primero una profunda reforma fiscal consensuada, equitativa y que privilegie las economías regionales y otra la creación de regiones económicas, dadas las notables asimetrías entre ellas que pueden observarse fácilmente.
Para lo primero, es menester incorporar una mayor cantidad de contribuyentes, premiar al buen contribuyente, diferir impuestos en proyectos de desarrollo para pequeñas y medianas industrias y establecer planes estratégicos recaudatorios bienales o trienales que permitan ajustarlos conforme las variables económicas internacionales.
La división del país en regiones económicas permite una planificación integral de la economía; un conocimiento cabal de la problemática productiva de cada una, más la cuantificación del reparto en un régimen coparticipable que sigue siendo una asignatura pendiente en nuestro país. El artículo 75 inciso 2º de la Constitución Nacional es operativo al respecto. Falta, por cierto, la sanción de esa postergada ley desde hace veintiséis años. Tal vez si alguna vez tomamos en serio la letra de nuestra Ley Fundamental muchos de nuestros inconvenientes encontrarían un camino de salida, la regionalización es una de ellas. Esto no significa que las provincias se unifiquen como se intentó hacer entre 2002 y 2007 con Neuquén y Río Negro. Ese intento, lejos de ser mirado con aprensión, debe ser estudiado porque interesantísimos razonamientos los precedieron y de alguna manera está en sintonía con el postulado que aquí se sostiene.
Pero la regionalización que aquí se propone es que las provincias conserven su identidad política, confluyendo en un territorio mayor desde lo económico. Las economías de Neuquén y Río Negro, por ejemplo, resultan compatibles y complementarias; otro tanto se da entre Salta, Jujuy, Catamarca, Tucumán y Santiago del Estero; hay otras provincias con enormes dificultades que las tornan prácticamente inviables, debiéndose socorrerlas permanentemente para su subsistencia como Formosa y La Rioja. Mendoza, San Juan y San Luis constituyen una región prácticamente homogénea; La Pampa con la provincia de Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba, constituyen otro conglomerado diferente; Misiones y Corrientes, otro, más las provincias patagónicas tienen sus propias peculiaridades y así pueden tomarse cada una de esas zonas como puntos de partida para una nueva organización recaudatoria y productiva.
Conjuntamente a esto, la Corte Suprema de Justicia de la Nación, además de ser ampliada, debería incorporar miembros con una visión federal de la problemática argentina.
En numerosos casos, los fallos judiciales parecen dictados para un país diferente al nuestro o solamente sesgados a coyunturas propicias para los propios jueces o para intereses corporativos que, desde luego, no ponen en primer lugar el proyecto nacional.
Contrariamente a lo que se dice, las crisis no son oportunidades, sino ocasiones para reflexionar, para ahondar en la introspección, para cuando pasen se puedan tomar decisiones superadoras que traigan esperanza a las aflicciones y renovados ímpetus a la desesperanza.
Un nuevo orden mundial se asoma luego que pase una pandemia sin precedentes en la historia de la humanidad. Argentina es tierra de oportunidades, tal vez podamos concretar esa estrofa suprimida del Himno Nacional: y se levante a la faz de la tierra una nueva y gloriosa Nación.
Por Abel Cornejo
Fuente de la Información: Identidad Colectiva