La importancia de votar
16/11/2023. Análisis y Reflexiones > Análisis y Reflexiones
Desde el 30 de octubre al 10 de diciembre tenemos la fortuna de poder festejar cuarenta años ininterrumpidos de democracia. Como solamente sucedió entre 1880 y 1930. Más impresionante aún es que tuvimos nada más noventa años de ejercicio de ese sist
Por Abel Cornejo
Vale aclarar que entre 1880 y 1930 hubo dos revoluciones cívicas. La primera en 1880 por la federalización de la ciudad de Buenos Aires, considerada por historiadores de fuste, como la última guerra civil argentina y la de 1890 en la que se luchó por la obtención del sufragio libre, lo cual recién se conseguiría en el año 1912 con la sanción de la ley Sáenz Peña o Ley 8.871, publicada en el Boletín Oficial de la República Argentina el 26 de marzo de 1912, estableció la lista incompleta combinada con el secreto y la obligatoriedad del sufragio y el mecanismo plurinominal es decir veintidós años más tarde.
Desde el 30 de octubre al 10 de diciembre tenemos la fortuna de poder festejar cuarenta años ininterrumpidos de democracia. Como solamente sucedió entre 1880 y 1930. Más impresionante aún es que tuvimos nada más noventa años de ejercicio de ese sistema en 213 años de historia argentina. Vale aclarar que entre 1880 y 1930 hubo dos revoluciones cívicas. La primera en 1880 por la federalización de la ciudad de Buenos Aires, considerada por historiadores de fuste, como la última guerra civil argentina y la de 1890 en la que se luchó por la obtención del sufragio libre, lo cual recién se conseguiría en el año 1912 con la sanción de la ley Sáenz Peña o Ley 8.871, publicada en el Boletín Oficial de la República Argentina el 26 de marzo de 1912, estableció la lista incompleta combinada con el secreto y la obligatoriedad del sufragio y el mecanismo plurinominal es decir veintidós años más tarde.
Cabe recordar que el sufragio de la mujer recién fue consagrado el 23 de septiembre de 1947 con la promulgación de la Ley 13.010, lo cual marcó un punto de inflexión en la participación política de las mujeres en la vida pública que permitió que todas las mayores de 18 años puedan votar y ser elegidas.
Ahora bien, los faustos por los cuarenta años de democracia generaron conmemoraciones y remembranzas sumamente significativas, en medio de un contexto de crisis económica, pero fundamentalmente, cuando la ciudadanía deberá decidir entre dos candidatos, balotage mediante, quien será el nuevo Presidente de la Nación en los próximos cuatro años. Detalle no menor, si se tiene en cuenta que desde hacía muchos años no se observaba una disputa entre dos modelos de país radicalmente opuestos uno del otro. Una enorme encrucijada de la cual, contrariamente a lo que postula uno de los sectores en pugna por el poder, únicamente se saldrá si realmente se conforma, además de un gabinete de unidad nacional, un plan de políticas públicas que nos devuelva la esperanza y el destino a los argentinos. Resulta increíble pensar que podemos salir adelante, sin constituir la unión nacional como dice el primer postulado del Preámbulo de nuestra Constitución.
Sin embargo, hay otra cuestión que genera desvelos y es la participación real de electores al momento de decidir en ese instante crucial que cada ciudadano deberá asumir en el cuarto oscuro al elegir su preferencia y es la cantidad que no vaya a votar. Sea porque prefiere abstenerse de hacerlo o porque el propio sistema no prevé los mecanismos para que quienes el día del comicio no se encuentran en el lugar de su residencia, puedan sufragar. Es necesario, ahora más que nunca, facilitarle a la gente la posibilidad de emitir su voto. La participación electoral en algunas elecciones decreció y en otras se mantuvo cerca de los niveles históricos. Sin embargo, esta situación aparentemente no fue advertida ni por legisladores nacionales, ni por los jueces de la Cámara Nacional Electoral. Por ejemplo, si tomamos el caso de Salta. Existen numerosas comunidades de estudiantes residentes en Tucumán, Córdoba, La Rioja, Corrientes o Buenos Aires, que no podrán votar por encontrarse fuera de la provincia y como tal, lejos de su domicilio electoral. Debemos recordar que, tanto para los ciudadanos argentinos residentes en el exterior, como para quienes están destinados a cumplir funciones castrenses en la Antártida Argentina, y así también para los integrantes del Comando Electoral Nacional, se les permite sufragar. La Cámara Nacional Electoral, a su vez, desde hace algunos años emitió un fallo que les permite depositar su voto a quienes se encuentran privados de su libertad en los diferentes establecimientos carcelarios distribuidos en diferentes puntos del país. Lo cierto es que, en este elección histórica, no se tomaron esos recaudos por lo que queda apelar para que en el futuro inmediato se facilite al máximo la emisión del voto dentro del territorio nacional. De tal suerte que cualquier persona, aún estando lejos de su domicilio pueda ejercer sus derechos ciudadanos.
Indudablemente, que la vieja discusión sobre si el voto debe o no ser obligatorio, escapa a la tradición del derecho constitucional argentino, dado que, en su momento, la obligatoriedad, el secreto y la universalidad del sufragio fueron motivo de lucha popular para su establecimiento. Así se concibió la democracia argentina. Y es necesario que la democracia se nutra con la participación plena del pueblo en su conjunto, sin excepciones. Con no poca sorpresa, en algunos programas políticos que se emiten por medios nacionales se sostiene que la abstención puede ser una verdadera protesta. En todo caso, no ir a votar solo puede implicar ser indiferente ante el futuro de nuestra Nación. Pareja corre esa afirmación con la explicación mal intencionada de que el voto en blanco favorece a la mayoría circunstancial. El voto en blanco, contrariamente a quien se abstiene de ir a votar, implica una preferencia ciudadana, que cumple con el deber cívico de emitir su voto en forma legítima y refleja un estado de ánimo de quien no se siente representado por ningún candidato. En este sentido, resulta muy ilustrativo el libro de José Saramago, cuyo contenido expuesto magistralmente se desarrolla en una novela, titulada Elogio de la Lucidez, cuyo argumento es una reflexión sobre los mecanismos del poder y las actitudes de los gobernantes ante una posible revolución pacífica protagonizada por un pueblo desesperanzado e incrédulo en medio de las elecciones que legitiman la democracia. No menciona explícitamente a la ciudad donde la gente acude a votar, pero sin duda se trata de Lisboa.
Los tiempos actuales de la Argentina, requieren compromiso, tal vez más que nunca. Votar es asumir una posición y comprometerse; con la democracia, con las instituciones, y ante todo con los destinos de nuestro querido país. Afortunadamente, pese a todas las crisis, la Argentina es una patria generosa que siempre ofrece nuevas oportunidades, nuevos caminos, las ocasiones para resurgir, aún cuando a veces parece que quedamos paralizados o sepultados bajo el aluvión de la desesperanza. Es el voto un acto de libertad absoluta y plena. Un derecho que costó sangre para conseguirlo y mantenerlo. Ejercerlo, aún en las peores crisis, siempre es un grito esperanzador desde el fondo del alma y también un aprendizaje y un ejercicio de la memoria, que en la medida que se ejercite nos evitará volver a cometer errores del pasado. El pueblo tiene la última palabra.
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Fuente de la Información: Hola Salta