Las perspectivas históricas del Bicentenario
17/06/2021. Análisis y Reflexiones > Análisis sobre Cultura
Una de las particularidades más fascinantes que tiene la historia es la de avizorar. Es decir, poder otear con atención y en todas las direcciones buscando algo. La historia no es sólo el pasado.
Hay sucesos que, por su repercusión, en el mismo instante que ocurren, se proyectan con fuerza inusitada hacia el futuro. ¿Cómo nos verán dentro de medio siglo, que en términos históricos es menos que un instante? ¿Qué dirán sobre nuestra generación quienes deban evaluar si Salta tuvo un plan o una idea que impacte hacia los años por venir? El legado de Martín Miguel de Güemes es precisamente eso: un proyecto geopolítico inconcluso. Mucho se escribió y se dijo sobre sus proezas militares. Sin embargo, Güemes, más allá de su heroicidad, de sus gestas y hasta de sus míticas hazañas con sus guerrillas gauchas en el campo de batalla frenando al invasor sistemáticamente, tuvo una visión regional y continental que quedó sesgada con su muerte. Un asesinato prácticamente programado por sus enemigos locales y foráneos, que no concebían que una mente avanzada en varios lustros en organización y construcción de identidad pudiese erigirse en un jefe referencial.
El plan güemesiano no es un mito, ni forma parte de su leyenda. Aún hoy es una realidad prácticamente tangible. Algún autor dijo que Güemes era un socialista avant la lettre, que traducido literalmente significa: antes de la carta. Güemes en su época fue capaz de avizorar, lo que otros por sus mezquindades no podían distinguir siquiera a un milímetro. Si reflexionamos sobre el punto, nos daremos cuenta cuán acertada es esa aseveración.
Martín Güemes, que detentó el poder por seis años, en medio de una guerra, cuyo teatro de operaciones era todo el territorio en el que debía gobernar; que no tuvo ayuda externa; no tuvo circulante e incluso debió mandar a acuñar su propia moneda; por consiguiente, tampoco tenía dinero para pagar el salario de sus tropas, no se arredró. Por el contrario, cada dificultad, adversidad u obstáculo significaban para Güemes un nuevo aliciente para buscar denodadamente la formación de una nueva y gloriosa Nación:igualitaria, democrática y con un sentido de justicia, absolutamente moderno para la concepción de ese entonces.
Para autores de la talla de Bartolomé Mitre, durante gran parte del siglo XIX la palabra demócrata tenía una connotación peyorativa. Güemes lo era en Salta, como más tarde Manuel Dorrego lo fue en Buenos Aires. Ambos tuvieron un final trágico. Se inmolaron por sus ideales. Ambos murieron jóvenes. Y ambos tuvieron una profunda conciencia nacional volcada sin pausa ni medida a darle dignidad y a enaltecer al pueblo que los apoyaba. Curiosamente, cuando todavía no habían alcanzado su cenit esplendente, se conocieron castigados los dos, en Santiago del Estero.
Ahora bien, ¿cuál era el plan que Güemes no concluyó? Después de su triunfo personal en Puesto Grande del Marqués, el 14 de abril de 1815, el caudillo salteño comenzó su ciclónico encumbramiento. Era idolatrado por su pueblo, por sus gauchos, tanto como aborrecido por quienes pasaron rápidamente de adversarios a enemigos, principalmente para conservar sus privilegios, especialmente económicos. También por inquina y envidia, sombra torva que acosa a las almas grandes. Puesto del Marqués generó en Güemes un sentimiento autonómico que ya venía mascullando. Y que se acrecentó luego de ese bochorno histórico que fue la Sorpresa del Tejar, al descubrir que el director supremo Carlos María de Alvear, había iniciado negociaciones secretas con los realistas. Güemes no toleró esa felonía y se persuadió que era mejor auparse en el poder, siendo elegido plebiscitariamente como gobernador intendente el 6 de mayo de 1815 y a continuación formó una tropa de elite, que fue la División Infernal de Gauchos de Línea, popularmente conocida como Los Infernales, el 13 de septiembre de ese año.
Estuvo a punto de enfrentarse con Rondeau, y bajo los consejos e intercesión personal de su hermana Macacha, su principal operadora política, se celebró la Paz de los Cerrillos el 22 de marzo de 1816. Esa paz permitió la Declaración de la Independencia argentina y a la vez que el Ejército Auxiliar del Perú, al mando de Rondeau, fuerza desorganizada y derrotada, se fuese de Salta, y, a partir de entonces, Güemes lucharía en soledad, sin ayuda de ninguna especie los próximos cinco años.
Los caudillos del litoral y de la Banda Oriental del Uruguay, como Francisco Ramírez, Estanislao López o José Gervasio de Artigas quisieron llevarlo para su causa. Sin embargo, el líder salteño tenía una visión continental y propulsó que se organizase un congreso en Catamarca, a fin de que el país se organizase en forma confederativa. No pudo hacerse. Su holocausto le impidió proseguir con su organización. El federalismo de hace doscientos años, pugnaba por la libertad y la identidad nacional. El actual debería luchar por una justa y equitativa distribución de recursos.
"Si algo trae aparejada la pobreza es la pérdida absoluta de la libertad".
A su vez, Güemes es uno de los pocos próceres argentinos ponderados por su integridad moral y su incolumidad por historiadores extranjeros, incluso españoles. No fusiló. No torturó. Y fue el único general patriota muerto en combate. Jamás claudicó a sus convicciones, ni aceptó oferta alguna. Para Güemes el sentido primordial de la formación de una república confederativa era innegociable. También era central en su pensamiento el sentido de la dignidad de hombres y mujeres. Creó el fuero gaucho para repartir parcelas a fin de generar conciencia de arraigo, que se trabajara la tierra, y que se igualase la inequidad pasmosa que entonces, como ahora, generaba pobreza y postergación. No permitió jamás el mal trato hacia sus gauchos y gauchas. A raíz de ello, tuvo un célebre encontronazo con Martín Rodríguez.
Y entonces volvemos al principio. Si la historia que es vida vivida, vivencias y experiencia también nos permite avizorar. ¿Qué avizoramos? ¿Desfiles? ¿Discusiones vacuas? ¿Mayores divisiones? ¿Declaraciones oportunistas y obsecuentes? Ese no es el legado de Martín Güemes.
Dentro de cincuenta años, quienes estudien este tiempo se preguntarán ¿cuáles fueron los homenajes a Güemes? No importa el 17 de junio de 2021 como tal, más allá de su recuerdo imperecedero. Sí resulta esencial, rendirle homenaje a Güemes con un proyecto equitativo e igualitario de provincia y de Nación; de inclusión social; de desarrollo armónico; de educación, donde las currículas lo incluyan para que se enseñe su gesta, su tiempo, su ética y su pensamiento. Y para que no seamos estólidos, ni palurdos, y discutamos con el sentido de grandeza que le costó un balazo que segó su vida, el homenaje a Güemes es todos los días, cada día a la espera que, desde su muerte hasta la fecha, vuelva a surgir con fuerza huracanada la idea de integrarnos para construir, no para dividir. De pensar con sentido amplio. De respetarnos aún en el disenso. De fortalecer nuestra identidad. Entonces tal vez, algunas de las principales avenidas de Salta y de sus pueblos y ciudades interiores se llamen: 17 de junio, para orgullo y desafío de salteñas y salteños.
Fuente de la Información: Punto Uno