Martín Güemes y los patriotas de Tarija
12/08/2021. Análisis y Reflexiones > Análisis sobre Cultura
A orillas del río Guadalquivir, un 4 de julio de 1574 fue fundada por Luis de Fuentes y Vargas la Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarixa, ciudad que con el tiempo se pasaría a llamar simplemente Tarija.
Primero integrante del Virreinato del Perú; luego del Virreinato del Río de la Plata. Próspera y con características propias, poco a poco Tarija se fue distinguiendo como una urbe en donde cierta autonomía le dio su fisonomía principal. Cuando Martín Miguel de Güemes fue electo gobernador intendente de Salta, Tarija todavía formaba parte de esa jurisdicción y su cabildo no dudó un instante en apoyarlo. Durante la Guerra de la Independencia fue invadida, asolada, sitiada, y sin embargo, jamás pudieron hacerla claudicar.
Ahora bien, en los prolegómenos de la Tercera Invasión realista, en el año de 1816, luego de varios avatares y escaramuzas ocurridos a partir de 1810, Güemes decidió dividir el territorio del norte, por donde siempre avanzaban los invasores, en cuatro secciones: la de Tarija, al mando de Francisco Pérez de Uriondo; la de Orán cuyo titular era Manuel Eduardo Arias, la quebrada del Toro, dirigida por Luis Burela y, la sección de Yavi, a cargo del marqués Juan José Feliciano Fernández Campero.
El comandante general de la vanguardia gaucha era José María Pérez de Urdininea. Estos jefes eran secundados por el guerrillero altoperuano José Miguel Lanza y el célebre comandante salteño Juan Antonio Rojas. En todos los valles y en las avanzadas de vanguardias, Güemes había confiado en el intrépido cacheño Bonifacio Ruiz de los Llanos.
Por ese entonces ya comenzaba a destacarse un aguerrido líder chapaco que alcanzaría el reconocimiento de las guerrillas gauchas: Eustaquio Méndez Arenas, cuyo sobrenombre era el "Moto", porque había perdido una mano. El "Moto" Méndez fue un inclaudicable jefe guerrillero que desde 1812 defendía la causa patriota. Los españoles lo consideraban una suerte de azote, porque cada vez que sitiaban u ocupaban Tarija, la resistencia de Méndez era tal, que o bien debían vivir parapetados esperando sus ataques a cualquier hora o en cualquier momento, o bien bloqueando todas las vías de acceso. Méndez cayó varias veces prisionero de los realistas, en una de ellas, en 1818, el mariscal La Serna le hizo cortar la mano, dado lo diestro que era en el manejo del sable. Ni aún así pudieron doblegarlo en su inquebrantable espíritu guerrero.
Otro notable combatiente de aquella época fue Francisco Pérez de Uriondo, nacido en Santiago de Chile, pero que adhirió fervientemente a la causa de la independencia y desde 1815 se puso a las órdenes de Güemes. Uriondo se había casado con la patriota salteña Andrea Zenarruza, una de las principales organizadoras del sistema de espionaje que les fue tan útil a los gauchos y su jefe. Desde Tarija libró numerosos combates y escaramuzas; recibió innumerables ofertas españolas, pero nunca pudieron torcer su voluntad. Fue él quien hizo jurar la independencia argentina a la ciudad de Tarija. Pérez de Uriondo se enfrentó en incontables ocasiones a los dos jefes realistas de las avanzadas en la Quebrada de Humahuaca: Pedro Antonio Olañeta y Guillermo Marquiegui. Su actuación se tornó indeleble, tanto es así que una de las plazas del centro de Tarija, actualmente se le erigió un espléndido monumento ecuestre, en homenaje a su lucha y su entrega en la lucha por la independencia. Había nacido un año antes que Güemes, en 1784 y murió un año más tarde en 1822. Es decir tenía solamente treinta y ocho años.
El otro patriota de destacadísima actuación en la ciudad de Tarija, es el paceño José María Pérez de Urdininea. Al principio participó de la represión de los movimientos libertarios de Chuquisaca y La Paz en 1809, pero posteriormente migró a las filas patriotas en la Batalla de Suipacha y así combatió para la causa nacional en el Desastre de Huaqui, en las batallas de Tucumán y Salta a las órdenes de Belgrano; posteriormente participó en Sipe Sipe en el Ejército Auxiliar del Perú que comandaba Rondeau, donde tuvo valientes acciones en la retirada; luego pasó a Chile y San Martín lo comisionó para que dirigiera uno de los escuadrones en la batalla de Chacabuco, hasta que regresó a Salta y se puso a las órdenes de Güemes, quien inmediatamente lo destinó como jefe de las vanguardias del norte. Urdininea, tuvo una vida intensa y plena de experiencias, que fueron desde ocupar la gobernación de la provincia argentina de San Juan hasta llegar a ser ministro del mariscal Sucre y, con la renuncia presidencial del vencedor de Ayacucho, fue tres meses presidente de la novel República de Bolivia.
Exactamente cien años duró el pleito por la pertenencia de Tarija a la provincia de Salta y por consiguiente a la República Argentina. Ese período se inició el 27 de agosto de 1825, cuando Tarija nombró representantes a la Junta Provincial de Salta, también conocida como Representación Provincial, que había sido creada por la primera Constitución salteña dictada en agosto de 1821. Seguidamente, el libertador Simón Bolívar, en cuyo honor Bolivia fue bautizada de esa manera, dispuso que Tarija pertenecía a Salta. Descontento con esta decisión, el "Moto" Méndez se insurreccionó y nombró a Bernardo Trigo como prefecto, cargo con el que desde entonces se conocen a los gobernadores en Bolivia. El 3 de octubre de 1826, el mariscal Antonio José de Sucre, primer presidente boliviano, dictó una ley merceda la cual los diputados tarijeños se incorporaban a la Asamblea de la República Boliviana. Durante varios años se sucedieron conflictos y reclamos, hasta que por el tratado Quirno Costa-Vaca Guzmán del 10 de mayo de 1889, ligeramente modificado en 1891 y puesto en vigencia el 10 de marzo de 1893, la línea limítrofe fue delineada de tal manera que la Argentina hacía una renuncia implícita a su reclamo sobre Tarija. Bolivia, en compensación, cedió un territorio que había perdido militarmente: la Puna de
Atacama. Recién el 9 de julio de 1925, el asunto quedó zanjado definitivamente.
Por Abel Cornejo
Fuente de la Información: El Tribuno