Por una Argentina plural y tolerante
03/10/2018. Análisis y Reflexiones > Análisis y Reflexiones
Martes 2 de Octubre - Voces críticas
Un fallo dictado por el juez federal Sergio Torres condenó a pagar una suma de dinero al diputado nacional Leopoldo Moreau por proferir frases discriminatorias contra otro diputado nacional, de la religión judía, Waldo Wolff. Un dejo de tristeza aparece en los espectadores de la realidad cuando un dirigente que en su juventud aparecía con un futuro promisorio para luego torcer el rumbo y abandonar sus antiguas banderías, a las que defendía con pasión e inteligencia, ahora milita en la vereda del frente. Es que Leopoldo Moreau, en los albores de la recuperación democrática, era el hijo político dilecto del expresidente Raúl Alfonsín y junto a su esposa de entonces, Maricarmen Banzas, un referente de la militancia por la libertad y el Estado de derecho. El expresidente Alfonsín tuvo varios colaboradores judíos de fuste, vale recordar a Alfredo Concepción, Bernardo Grinspun, Mario Brodherson, Marcelo y Adolfo Stubrin, entre otros.
Algunos epígonos de la intolerancia les cantaban en actos con furia facista: “la sinagoga radical”. Paradójicamente, años más tarde un ciudadano de origen judío preside la Corte Suprema de Justicia de la Nación. La mutación de Moreau entristece porque aquel lejano dirigente juvenil pletórico de ideas y con un discurso fogoso y preciso enalteció la Cámara de Diputados de la Nación. Por entonces su compromiso con la tolerancia parecía indiscutible.
Puede o no coincidirse con las posturas de Waldo Wolff, lo que nadie puede es negarle honestidad intelectual a sus planteos. En sus apariciones mediáticas defiende convencido sus ideales, sin embargo, admite aún en silencio, el disenso y la opinión diferente. En una República el respeto a las diferencias resulta esencial para el progreso de las instituciones. A diario se ve, con no poco cinismo, que quienes antes tenían una opinión cambian a otra sin ruborizarse, simplemente por oportunismo. En otras ocasiones se escuchan voces demoledoras de las instituciones, sin antes haber intentado un diálogo para concientizar a los responsables sobre sus eventuales errores y la posibilidad de cambiarlos. El diálogo es un instrumento indispensable de la paz entre los pueblos y el modo de convivencia más perfecto; el que acepta disensos, opiniones diversas y posturas antagónicas, pero que a la vez evita los enfrentamientos que solo lastiman a una sociedad que espera ansiosa tranquilidad y mejores noticias de las que diariamente recibe. El diálogo es un pilar fundamental del sistema democrático y del desarrollo armónico de los pueblos que quieren construir aún desde la diferencia y la tolerancia. Tal vez el fallo del juez Torres sirva para reflexionar en este sentido, de modo que nadie se sienta con la capacidad de discriminar sin recibir una sanción por ello. La Argentina necesita urgente sostener a rajatabla el pluralismo y la tolerancia, únicamente de esa manera construiremos un país real y posible.
Abel Cornejo.