Proponer no es ofender
26/04/2023. Análisis y Reflexiones > Análisis y Reflexiones
Estamos inmersos en un año electoral, que en Salta nos convocará a las urnas en mayo, agosto y octubre. Un denominador común se asoma como algo desaconsejable para atraer a los votantes a emitir sus preferencias a través de los candidatos en las difer
En una nueva versión de las crisis cíclicas de nuestro país, parecería que la dirigencia debería aguzar el ingenio y la creatividad no sólo para llevar un mínimo de esperanza a la gente, sino para que también pueda avizorar en un futuro no muy lejano que pueden existir algunas soluciones a una infinidad de problemas que impregnan la agenda social cada día. No son solamente la inflación y la inseguridad. Parecería que el factor dominante no está expresado de manera directa, pero que incide de manera significativa en todo el electorado y es la falta de un proyecto nacional que le devuelva a la Argentina la movilidad social y el desarrollo económico. Es cierto que el país debe honrar sus deudas, aún cuando hayan sido contraídas por recetas neoliberales absolutamente recesivas y coyunturales. También lo es que, más allá del llamado cortoplacismo y si en el algún momento del año se detiene la alocada espiral inflacionaria, muchos son los puntos que deben abordarse para que las recurrentes crisis argentinas no nos atormenten cada decenio, como de hecho ocurre hasta ahora, probablemente desde 1975 en forma prácticamente sistemática.
Recientemente, el periodista Carlos Pagni ha publicado un libro, cuya lectura es sumamente recomendable, se llama: El Nudo. Porqué el conurbano bonaerense modela la política argentina. El diagnóstico que se infiere de su lectura no sólo es alarmante, sino que allí hay una descripción exhaustiva de lo que el autor denomina “la fábrica de pobres” De que el país se convirtió en una fábrica de pobres, ¿qué duda cabe? Más allá de ese lúcido y preocupante diagnóstico, faltaría que se escriba sobre las regiones del país interior y sus penurias y entonces tendríamos la foto completa de la realidad socioeconómica de la Argentina. Parecería que, una vez más, para este turno electoral la única salida que se propone es la de un giro hacia la derecha y que los ajustes neoliberales, que dicho sea de paso siempre generan más pobreza y exclusión, vuelvan a ser la receta predilecta desde determinados sectores que jamás harán un examen de conciencia de su propia conducta política y de la responsabilidad histórica que les cabe en la historia argentina reciente. Una de las caras recurrentes de las crisis políticas - económicas en Argentina es que la culpa siempre es del otro, nunca de todos.
Mayor es aún la responsabilidad social no asumida, cuando se cree, probablemente no de muy buena fe, que la recetas de capitalismo especulativo financiero de base monetarista son las salvadoras de la nación, cuando el mundo va hacia el valor agregado de los bienes de capital en busca de un capitalismo productivo. Tras cartón vemos que en los turnos electorales la publicidad se llena de eslóganes, insultos o agravios y, como si nada pasara, llega el día de la elección y la gente cada vez más se vuelve remisa a ir a depositar su sufragio y se agranda el abismo con la política, o mejor dicho con los políticos de turno. Luego reconocen que la gente está enojada, desesperanzada o escéptica ¿No saben acaso que ya con salarios en blanco a muchas personas los sueldos que ganan, las coloca debajo de la línea de pobreza? Con el agravante que la pobreza en la Argentina es un escándalo moral, debido que dada la capacidad productiva de nuestro país, los índices sociales argentinos deberían ser comparables a los que actualmente tienen Canadá, Australia o Nueva Zelanda. Todos ellos países que hasta hace cuatro décadas tenían PBI inferior al argentino. Basta recordar que en 1974, la Argentina tenía un PBI similar al de Francia, en 2023 se asemeja al del Perú. Sin embargo, pese a sus continuos desmadres políticos, el Perú ha tenido un avance sostenido en materia económica el último decenio, justamente el que no tuvo nuestro país. Una de las soluciones que se pretende dar al desangre de divisas a un pueblo que no cree en su moneda, sino que apuesta al dólar, es la dolarización plena de la economía. Ello implica, más allá de la renuncia a uno de los elementos esenciales del Estado, directamente a ingresar a un peligrosísimo callejón que nos colocaría a un valor dólar que treparía de los $400 o más actuales a la cifra de 7403 pesos por el valor de un dólar. No hace falta explicar lo que semejante decisión generaría en la sociedad argentina. Tendría simplemente efectos devastadores e irreversibles ¿eso es lo que queremos? No es el Fondo Monetario, es la producción nacional quien va a salvar a este país y le puede devolver de una vez y para siempre su destino de grandeza. Por eso es que debemos conocer qué piensan y que proponen los que aspiran ocupar un cargo público.
Es decir es la aplicación de recetas neoliberales monetaristas que en nada cambiarían las variaciones y cambios que el país necesita. Tales como dividir la Argentina en regiones económicas; formular una reforma tributaria conforme a esa división regional; fortalecer al máximo las exportaciones agroindustriales y darles valor agregado a todos los productos agropecuarios; establecer un plan general de obras públicas a veinte años, dado que este factor es un enorme dinamizador de la economía; fortalecer la carrera administrativa en eficiencia y tecnología; evitar los engorrosos trámites que obstaculizan la concesión de créditos para la producción en especial de la pequeña y mediana industria; plan veinteñal de desarrollo de los ferrocarriles y del transporte hídrico sobre toda la cuenca del Paraná, entre otras medidas que superan con creces las aflicciones y transas especulativas del momento. También deberán tomarse medidas urgentes con respecto a los recursos estratégicos del Estado, tales como el litio, asociando para su explotación a capitales extranjeros, pero con beneficios tangibles para la economía nacional, tales como la construcción de infraestructura básica en todos los sitios próximos a esos yacimientos. Ir decididamente hacia un capitalismo productivo, es la única salida posible y segura que tiene nuestro país. Para ello es necesario que existan acuerdos políticos a mediano y largo plazo que posibiliten la implementación de políticas duraderas y que cese el estado deliberativo en cada cambio de gobierno. O como vemos actualmente la falta absoluta de propuestas que nos conducirá por ese camino escarpado y peligroso hasta para la unidad nacional como lo es el de la crisis económicas decenales, sin tomar conciencia que la inflación es una consecuencia, jamás una causa, de pésimas decisiones en materia económica y que está muy bien denominada como impuesto a la pobreza. Los pobres son quienes más padecen las crisis inflacionarias, el aumento de precios y tarifas en forma indiscriminada, porque como bien dijo Pablo VI en Populorum Progressio: el desarrollo es el verdadero nombre de la paz.
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