Un héroe controversial
19/06/2019. Análisis y Reflexiones > Otros Análisis
En los últimos tiempos, tanto en nuestra vecina provincia de Jujuy, como en San Ramón de la Nueva Orán, comenzó a reinvidicarse la memoria del coronel Manuel Eduardo Arias, nacido en Humahuaca en 1785, es decir contemporáneo del general Martín Migue
¿Quién fue Manuel Eduardo Arias?
Nieto de don Francisco Gabino Arias Rengel quien fuera segundo jefe de la expedición al Chaco Gualamba comandada por el entonces gobernador del Tucumán Gerónimo Matorras, cuyo encuentro con el cacique Payquín inmortalizara el óleo pintado por Tomás Cabrera. A la muerte de Matorras, Arias Rengel se hizo cargo interinamente de la gobernación del Tucumán. Era un rico hacendado y uno de sus hijos, Agustín, fue el padre extramatrimonial de Manuel Eduardo. Lejos de ocuparse de su hijo, a quien solamente se limitó a reconocerlo, el pequeño Manuel Eduardo fue criado por su madre, una humilde criolla quebradeña y desde niño fue un formidable jinete, cuya bravura y destreza saldrían a la luz años más tarde.
Cuando Güemes se erigió en líder político y militar de la región, organizó sus escuadrones gauchos y fue elegido gobernador intendente de Salta, Arias adhirió sin ambages a la Guerra Gaucha y a la causa de la Independencia nacional. Combatió en forma vertiginosa y valiente en cientos de combates y escaramuzas en la Quebrada de Humahuaca.
Desde 1814 comandaba el Escuadrón Gaucho de la Quebrada y fue en este pueblo que alcanzó su hora más gloriosa en una célebre batalla de características cinematográficas, que lleva ese nombre, en la que desplegó no solamente su habilidad táctica, sino también una proverbial astucia para confundir y derrotar a los invasores españoles. Allí venció al coronel jujeño que sirvió a la causa del rey de España, Guillermo Marquiegui.
Era el año de 1817, cuando sucedió este glorioso episodio de la Guerra Gaucha en el fragor de la lucha contra los españoles en el marco de la Tercera Invasión Realista, comandada por el mariscal José de la Serna, quien luego sería virrey del Perú.
La historiografía española relata que esta expedición militar española estuvo nutrida por lo más granado de la oficialidad de la península Ibérica, pues venían de triunfar en la guerra de independencia que se desatara luego de que Napoleón Bonaparte tomara el trono de España y encumbrara a su propio hermano José, a quien el pueblo apodó “Pepe Botellas”.
Ni las medallas del triunfo ante los granaderos de Bonaparte, ni la formación académica peninsular de la oficialidad española arredraron a Arias, quien parecía invencible.
Trastornaba el Abra de Zenta para pasar de Humahuaca a San Andrés sin descanso.
Años diferentes
Hacia el año 1819, el panorama cambió. Nunca se supo si por celos o por ambición, pero Arias mutó su posición de obediencia y fidelidad hacia la jefatura de Güemes. Incluso Bernardo Frías sostiene que se sintió profundamente herido porque había escuchado una conversación entre lugartenientes del jefe gaucho que lo tildaban de traidor por una derrota que había sufrido ante el brigadier español Pedro Antonio Olañeta, acérrimo enemigo de Güemes.
Lo cierto es que fue tomando distancia, hasta que en 1820 comenzó tratativas secretas tanto con el presidente de la entonces llamada República del Tucumán, Bernabé Aráoz, como con el jefe realista Olañeta más los adherentes en Salta a una facción conspirativa denominada la Patria Nueva, cuyo único objetivo era derrocar y eliminar al caudillo salteño.
El general Martín Miguel de Güemes, de pronto se encontró con varios frentes. Los españoles por el norte, Aráoz por el sur y en la ciudad de Salta por los conjurados de la Patria Nueva que tramaron dos conspiraciones previas para asesinarlo, antes de que fuera herido el 7 de junio de 1821.
Y así fue que hacia fines de abril y principios de mayo de 1821, el líder gaucho debió enfrentarse con Araóz, entre cuyos subordinados se encontraba ahora Manuel Eduardo Arias y el jefe salteño fue derrotado en el Rincón de Marlopa, Trancas y Acequiones; mientras tanto el cabildo de Salta lo había depuesto como gobernador y aupó en el poder a José Ignacio Gorriti. Junto con ello, Mariano Benítez a quien Güemes le había perdonado la vida días antes por haber sido descubierto entre quienes planeaban matarlo, se dirigió directamente al campamento realista de Olañeta, quien a su vez envió a José María Valdez, el Barbarucho, a que fulminara a Martín Miguel de Güemes, misión que cumplió con éxito.
Por cierto, la correspondencia entre los personeros de la Patria Nueva, el jefe realista Olañeta, el presidente Aráoz y Arias fue abundante.
Luego de que muriese el Padre de los Pobres, como lo consideraban a Güemes, el 17 de junio de 1821, sus partidarios jamás le perdonaron a Manuel Eduardo Arias que hubiese tomado parte en la conjura contra el caudillo y lo mataron en San Andrés, en Orán, un 23 de junio de 1822.
Ciertamente que Arias fue un héroe controversial y las crónicas y los relatos deberían ser ecuánimes entre sus múltiples servicios a la causa de la independencia con sus actitudes posteriores, porque jamás debe olvidarse que más allá de la gloria indiscutida de Güemes ante la historia, lo que el líder gaucho honró con devoción fue su lealtad absoluta al plan sanmartiniano de luchar por la libertad de América. Los hechos son sagrados, las opiniones son libres.
De modo que no puede alterarse el pasado conforme los antojos del presente.
Fuente de la Información: El Tribuno