Un hombre ejemplar
14/04/2016. Análisis y Reflexiones > Análisis sobre Cultura
Tras la partida del "Maestro", Mariano Mores, Abel Cornejo, recuerda a quien hizo bailar al mundo al compás del dos por cuatro, con sus armoniosas e insuperables melodías.
Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias. Sabe que la lucha es cruel y es mucha, pero lucha y se desangra por la fe que lo empecina. Esos versos escritos por Enrique Santos Discépolo, - “Discepolín” en el ambiente tanguero y de la milonga - de algún modo reflejan la personalidad de Mariano Mores, quien con su partida, nos deja el ejemplo de señorío, bonhomía y trabajo cualidades con las que los ciudadanos de bien se distinguen en la vida.
Los tangos «Uno» y «Cafetín de Buenos Aires» (letras de Enrique Santos Discépolo), «Adiós pampa mía», «Cuartito azul», «Taquito militar», «Tanguera», «El firulete», «El patio de la morocha» (con Cátulo Castillo), «En esta tarde gris» y «Gricel» (con José María Contursi) más la milonga “Taquito militar” inmortalizaron a Mariano como múscio del mundo. «Uno» y «Adiós pampa mía» figuran entre los diez tangos más difundidos en el planeta, por los que recibió 26 discos de oro y platino. Mariano Mores fue elegido por votación popular realizada en el año 2000 como «Mejor compositor de tango del siglo» y su tema Taquito militar resultó votado como «Mejor milonga del siglo.
“Cafetín de Buenos Aires”, además, fue la cortina musical que durante años se escuchaba como fondo en el célebre programa televisivo “Polémica en el bar”, y en su nostalgia es como una metáfora porteña. Sin embargo, Mariano Mores fue mucho más que su imponente obra. Era un señor en el cabal sentido del término. Afable, divertido, sencillo y elegante. Siempre dispuesto para actuar en cualquier ámbito, tenía la secreta aspiración de alguna vez tocar en el Teatro Colón, y finalmente, ya viejo le dieron el gusto, e hizo vibrar con las teclas del piano las fibras más íntimas de quienes habían acudido masivamente a escucharlo. Tuvo el porte señorial de los grandes artistas, y también incursionó en el mundo del cine. Tuvo el coraje de vencer el dolor inconmensurable de la muerte de su hijo Nito, con un sonrisa triste, pero plena de esperanza. Creyó en la vida tanto, que casi llega al siglo de existencia.
Su partida nos deja el sabor amargo, de que se fue un grande con todas las letras, pero esencialmente nos deja el ejemplo de la humildad, de la calidez y del sacrificio de un músico que sin proponérselo llego a hacer bailar al mundo con sus melodías armoniosas e insuperables. Tal vez un coro de ángeles, lo haya recibido al compás del dos por cuatro…