“En muchos sectores del Poder Judicial y en algunos de la Corte, a los militares se los consideró y se los considera cucarachas”
14/01/2025. Noticias sobre Justicia > Noticias de Argentina
Federico Morgenstern es secretario letrado de la Corte Suprema, abogado y escritor. Publicó Contra la Corriente (Planeta), un libro sobre Jaime Malamud Goti, el Juicio a las Juntas, Raúl Alfonsín y todo lo que vino después del juzgamiento.
Es secretario letrado de la Corte Suprema, abogado y escritor. Publicó Contra la Corriente (Planeta), un libro sobre Jaime Malamud Goti, el Juicio a las Juntas, Raúl Alfonsín y todo lo que vino después del juzgamiento a los popes del terrorismo de Estado. En esta entrevista con elDiarioAR, el autor explica por qué se adentró en la figura de uno de los ideólogos del juicio histórico, las leyes de Obediencia Debida y Punto Final
Morgenstern cuenta que después de hacer el libro se hizo amigo de Malamud Goti. Lo inspiró y lo marcó en su carrera como abogado. Actualmente, cumple un cargo clave en la Corte Suprema. Lucía Merle.
Federico Morgenstern (43) ocupa uno de los cargos más importantes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, detrás de los jueces supremos. Es uno de los secretarios letrados del máximo tribunal, en la vocalía del juez Carlos Rosenkrantz. Fue, además, uno de los integrantes del equipo encargado –entre tantos otros proyectos– del proyecto del voto del magistrado en el fallo conocido como el 2x1, que reconoció como válido aplicar el beneficio a un condenado por delitos de lesa humanidad. Aquel fallo de la Corte hizo estallar una crisis política durante el gobierno de Mauricio Macri, manifestaciones y protestas de organismos de derechos humanos ante el tribunal y la vuelta atrás de la mayoría de los jueces que lo habían votado. Menos, de Rosenkrantz, quien se mantuvo firme en su posición original.
En 2024, Morgenstern publicó su segundo libro, Contra la corriente (Planeta), un ensayo –también homenaje–, sobre Jaime Malamud Goti, uno de los cerebros del Juicio a las Juntas Militares, durante la presidencia de Raúl Alfonsín. También fue ideólogo de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final.
Al igual que como su protagonista, el libro de Morgenstern es incómodo y complejo, pero se zambulle de lleno en una herida abierta de Argentina, una cuestión pendiente que no se salda más: los ecos de la violencia de los años 70. El libro analiza el rol de Malamud Goti durante aquel proceso histórico, sus oposiciones a la reapertura de los juicios por delitos de lesa humanidad durante el kirchnerismo y su apoyo al fallo de la Corte que permitió aplicar el beneficio del 2x1 a un represor de la dictadura cívico-militar. Es la historia de un hombre que dice no estar orgulloso de lo que hizo por los derechos humanos pero que marcó un antes y un después en la historia del país.
El presidente Raúl Alfonsín recibe el informe Conadep de manos de su titular, Ernesto Sábato. José Manuel Fernández/Télam.
–¿Por qué Malamud Goti? ¿Por qué no otro? ¿Qué lo impactó o atravesó?
–Ahora soy amigo de él y me interesa su elegancia humana, pero además siempre me interesó su fineza como escritor y sobre todo, su consistencia y su profundidad como jurista. Y su amplitud. Jaime no es sólo un jurista jurídico, es un tipo que apela a la antropología, a la sociología, al psicoanálisis, a la literatura. Tal vez después terminó siendo poco jurídico. Me interesó mucho rescatar a Jaime porque me parece que es un tipo súper importante para lo que fue el proceso de los 80 y la transición a la democracia y me parece que fue injustamente ignorado, olvidado. Tal vez en la comunidad jurídica se rescata demasiado a Carlos Nino porque tenía muchos discípulos, porque era un tipo más taquillero y porque murió joven. Como dijo (Carlos) Pagni en la presentación del libro: si yo fuera Jaime Malamud Goti le pasaría lustre a todo lo que hice. Y Jaime es un tipo que ni siquiera terminó el libro porque le da pudor ser el protagonista. Además, como jurista fue muy inspirador, sus textos rompieron con ciertos dogmas, por ejemplo, en el caso Simón, con la reapertura de los casos de lesa humanidad; el juicio a Pinochet, con la extradición de Garzón. Él se opuso a todo eso.
–¿Cómo fueron los diálogos con él para el libro?
–Jaime es un tipo permeable a la crítica, incluso a la crítica retrospectiva. Yo preguntaba por qué. ¿Por qué hiciste esto? ¿Por qué no abarcaron más hechos en la Conadep? ¿Por qué no incriminaron a más gente? Me dice: sí, me equivoqué. Me equivoqué en traer a la Corte Interamericana (de Derechos Humanos). Me equivoqué con muchas cosas. Era caminante y no hay camino, se hace camino al andar. Como explico en el libro, tenían muchísima resistencia, poca ayuda. Tenían a los intelectuales del exterior que los tironeaban para un lado; a los intelectuales de acá, que los tironeaban para el otro; a sus amigos que tampoco eran muy receptivos a sus problemas; y ellos eran intelectuales del derecho sin experiencia en la función pública, con un líder que les dio muchísimo lugar, que era muy receptivo a sus reclamos y a sus argumentos, pero al que también le costaba decidir y que tenía al partido radical casi totalmente en contra. Esto fue una corazonada de Alfonsín y de sus intelectuales.
Morgenstern: “A Alfonsín lo consideraba un cobarde y un traidor y hoy es un héroe trágico para mí, un héroe imperfecto”. Lucía Merle.
–Al principio parece un libro sobre un hecho histórico pero es un libro sobre una discusión presente que Argentina no ha podido superar: la violencia de los 70, el terrorismo de Estado, la respuesta de la Justicia. ¿Cree que es justo juzgar lo que decidieron Malamud Goti y Alfonsín, entre otros, con el diario del día después?
–Sobre el final del libro, yo lo llamo a Jaime un héroe imperfecto, un héroe que metió las manos en el barro, al igual que mi juez preferido de la historia del derecho, que es Félix Frankfurter. Un tipo que también tuvo que tomar decisiones duras. Cuando se retiró Philip Roth hizo una entrevista final para un diario sueco y le preguntaron si estaba contento con su carrera. Él citó a Joe Louis, al boxeador, y dijo: “Hice lo que pude con lo que tenía”. Jaime hizo lo que pudo con lo que tenía, con los recursos humanos, con la situación de poder en ese momento, con un peronismo en contra, con los movimientos de derechos humanos con posiciones maximalistas que no colaboraban mucho, con la prensa mayoritaria en contra. Eran ellos, sus cerebros y el apoyo de Alfonsín y de algunos jóvenes valiosos del radicalismo, tanto del plano político como del plano intelectual, como Carlos Rosenkrantz, Agustín Zbar, Hernán Gullco. Eran un poco la armada Brancaleone.
Portada del libro "Contra la Corriente". Malamud Goti, junto a Alfonsín, en la Casa Rosada, durante la presidencia del dirigente radical.
La historia que juzga
–Entre los muchos hechos históricos de la transición entre dictadura y democracia que detalla el libro, se destacan algunos como la autoamnistía de los militares en 1982. ¿Cuál fue el rol de Malamud Goti ante esa autoamnistía?
–La dictadura emite una ley de Amnistía. Luder dice: “Esto es válido, yo no me voy a meter con esto. Está el principio de ley más benigna involucrado”. En cambio, Alfonsín les encomienda a (Martín) Farrell, Jaime y Genaro Carrió, el padre de Alejandro: “¿Qué es esto? ¿Qué hago con esto?” Y rápidamente le dan argumentos jurídicos y sacan un comunicado durante la campaña diciendo: esta no es la palabra final. Y después dictan la anulación de la autoamnistía porque “no reúne los requisitos básicos para ser considerada una ley”. Eso hizo posible el Juicio a las Juntas.
–¿Cree que a Alfonsín la historia también lo juzgó mal?
–Yo a Alfonsín lo consideraba un cobarde y un traidor. Y hoy es un héroe trágico para mí, un héroe imperfecto, uno de los pocos héroes imperfectos y un tipo que no fue reconocido suficientemente durante su vida. Por todo lo que hizo y por cómo lideró la transición a partir de ciertos principios morales. No hay otro político, me parece, de ese tiempo que podría haberle dado lugar a una persona como Jaime. De hecho, el radicalismo no homenajea a esta gente en vida, a Martin Farrell, a Jaime. Las leyes de Obediencia Debida y Punto Final son muy defendibles, por más feas que sean desde el punto de vista moral. Esto está desarrollado en el libro. Igualmente, estoy de acuerdo con la decisión de la Corte en que la ley de Punto Final fue inconstitucional porque viola la división de poderes, le impone un criterio a los jueces respecto de hechos ya pasados. Pero la ley de Obediencia Debida… yo creo que Alfonsín hizo lo máximo que pudo. Lo elaboro mejor en el libro. Es muy fácil criticar desde afuera.
–Cómo se le explica a una ex detenida de un Centro Clandestino de Detención de la dictadura que fue torturada y violada sistemáticamente por militares o policías que la Ley de Obediencia Debida y Punto Final son leyes defendibles? ¿O a los hombres y mujeres apropiados de bebés o niños?
–De la misma manera en que se paró un juez como Rosenkrantz ante un caso como el 2x1, o como me paré yo como asesor letrado de Rosenkrantz ante ese mismo caso. O como nos paramos ante el caso de un político corrupto o de un cura pedófilo. De la manera más neutral posible. Aplicando el derecho. Las emociones y la compasión no están para los jueces. Un jurista no tiene que tomar partido en base a las emociones, sino en base a las normas y los principios.
El Juicio a las Juntas Militares de 1985. Eduardo Longoni/Noticias Argentinas.
–Malamud Goti, sin embargo, como usted cita en el libro, años después dice que no está orgulloso de lo que hicieron por los derechos humanos. ¿Por qué cree que no está orgulloso?
–Creo que habla de lo evolucionado emocionalmente y de lo sabio que es Jaime. Y de que no necesita honores. Y de que es un tipo que es muy consciente de que no hay héroes perfectos. Hay héroes imperfectos. Ni siquiera los patriarcas de la Torá, del Antiguo Testamento. Jacobo era un tipo que había mentido. Abraham era un tipo que había sido violento con su padre. No dejan de ser héroes, aunque sean imperfectos. Tanto Jaime como Alfonsín.
–Usted también cita a Malamud Goti explicando que Nino quería juzgar a cientos de militares en el Juicio a las Juntas. ¿Cree que hubiese sido distinto eso para la discusión presente?
–No estamos en ese momento. Pero todo indica que el balance de poder en ese momento hubiese hecho que cayera la democracia. Pero me parece que la mirada debería estar puesta en cómo era el tema al final del gobierno de Alfonsín. El indulto de Menem abarcó a entre 350 y 400 tipos, entre militares, guerrilleros, etcétera, y durante el gobierno de Alfonsín estuvieron presos (José) López Rega, estuvieron presos miembros de las Juntas, (el ex líder montoneros Mario) Firmenich. Y muchos más. Fue bastante amplia y corajuda la acción jurídica del Poder Judicial durante el gobierno de Alfonsín, empujados por la decisión política de Alfonsín. Lo que yo sí le critico al proceso que lideraron es que, por ejemplo, la Conadep debería haber sido más amplia. La revisión extrajurídica debería haber abarcado los crímenes de la guerrilla, para que hoy no tengamos a familiares de estos más de mil muertos de la guerrilla que dicen: “Che, a mí también me hicieron algo en ese proceso y eran organizaciones guerrilleras y eran paraestatales”, según reclaman ellos. También está todo lo que hizo la Triple A durante un gobierno peronista. Y tal vez si no se hubiesen generado condiciones tan punitivas, hubiesen generado incentivos para que los militares acerquen datos sobre el destino de los cuerpos de los desaparecidos. Pero bueno, es lo que se hizo y es lo que pasó. Y fue un proceso único a nivel mundial.
Escena de la transmisión del Juicio a las Juntas que rescata el largometraje de De la Orden. Captura de TV.
–En el libro se resalta una crítica muy fuerte de Malamud Goti a la sociedad argentina y su relación con el golpe de 1976 y el terrorismo de Estado. Él habla de la vergüenza por haber permitido lo que sucedió, de exculparse a sí misma condenando a los militares. Habla de una sociedad cómplice, de una sociedad que se quiere lavar las culpas…
–Que expía todo centrando la responsabilidad en los militares. Exacto.
–¿Cuál es su posición sobre estas ideas de Malamud Goti?
–Las comparto totalmente y creo que esto sigue pasando con el 2x1 y con las resonancias de ese caso. Suponer que un juez como Rosenkrantz o Rosatti en ese momento, que fue ministro de Justicia de Néstor Kirchner y que es un tipo con una carrera democrática en los derechos humanos; que el propio Rosenkrantz, que participó en sus tempranos 20 años en el juicio a las Juntas, cuando no era fácil, suponer que dos jueces como Rosenkrantz o Rosatti estaban de acuerdo con los hechos que cometieron los criminales porque los beneficiaron en una decisión procesal es tomar una postura infantil. Es lo que Jaime criticaba respecto de lo que pasó en el país a partir de la reapertura de los juicios (de lesa humanidad, a partir de 2004). Se busca expiar todos los males a partir de la focalización en algunos militares que cometieron hechos aberrantes y a los cuales no se les respetó determinadas garantías constitucionales, procesales y de fondo. Pero la sociedad pedía la violencia en ese momento y la gente no aguantaba más. Nací en 1981. No tengo ningún vínculo con ningún militar, ni familiar, ni amistoso, ni social, nada. Simplemente analizo la historia y las secuencias jurídicas. La Cámara Federal Penal, conocida como El Camarón, que había creado (Agustín) Lanusse, con sus imperfecciones, había juzgado y había metido presos a muchísimos guerrilleros. Y después llegó (Héctor) Cámpora. Y de un día para el otro liberaron a todos y pasaron a ser héroes. Y los jueces del Camarón pasaron a ser exiliados o asesinados. Entonces, ¿qué respuesta institucional podían dar las fuerzas de seguridad? ¿Esto justifica después el robo de bebés, la violencia? No, de ningún modo. Ahora tratemos de entender de un modo más adulto en este momento. Y esa es una de las características de Jaime que a mí más me atrajo desde el principio. Fijémonos quién empezó. Cuáles son las consecuencias. No nos dejemos llevar por ímpetus adolescentes y repartamos un poco la culpa.
Julio César Strassera y Luis Moreno Ocampo el día del alegato final del Juicio a las Juntas. Habían comenzado el 11 de septiembre y por primera vez todos los acusados debieron estar juntos en el tribunal para escucharlo.
–Es una encerronada en la que volvemos a caer… las dictaduras, las guerrilla, la violencia… Las leyes de Obediencia Debida y Punto Final.
–Aprendí de Jaime a mantener cierta humildad. No quiero incurrir en lo que yo llamo el dogma Verbitsky, de pontificar permanentemente acerca de las responsabilidades del pasado. Alfonsín, al hacer esto, no sólo no violó el contrato electoral que había asumido con los argentinos, sino que lo cumplió. Alfonsín nunca prometió justicia total. A diferencia del candidato peronista que estaba a favor de la autoamnistía. Alfonsín dijo: “No podemos recrear un sistema y un ambiente democrático sin juzgar, sin castigar a los máximos responsables. Pero no podemos castigar a todo el sistema militar”. Jaime era un jurista de 40 y pocos años que tenía que ir armado, al que secuestraron, que se metía en líos. Era un tipo muy valiente. Tenía un coraje enorme.
El intermediario
–En el libro cuenta que era el nexo de Alfonsín con la Corte Suprema y con los militares…
–Y con la Cámara Federal -que llevó adelante el juicio a las Juntas-, que él creó y al que él le daba letra. Jaime fue el productor en las sombras de todo el proceso del juicio a las Juntas. Él y Nino inspiraron a Alfonsín. Seleccionaron a los jueces de la Cámara, les dieron letra. Seleccionaron a los jueces de la Corte. Contenían a los militares. Hablaban con la prensa. Hablaban con el resto de la política. Fue impresionante el rol.
Juicio a las Juntas. Malamud Goti fue uno de los cerebros de todo el proceso. Télam.
–El libro hace un recorrido de las decisiones centrales en materia de derechos humanos del Poder Judicial hasta el 2x1. ¿Qué tiene que ver Malamud Goti con el 2x1?
–Creo que la decisión del 2x1 se liga con las posiciones históricas de Jaime. Jaime nunca animalizó a los militares. En muchos sectores del Poder Judicial, en algunos sectores de la propia Corte, se los consideró, se los considera cucarachas. Ratas humanas. Jaime hizo un ejercicio antropológico, quiso entender humanamente a estos tipos, por qué llegaron a hacer lo que hicieron. Incluso se hace amigo de Seineldín. Nunca dejó de considerarlos seres humanos y la decisión del 2x1 no deja de considerar a los militares, por más cosas aberrantes que hayan hecho, en seres humanos con garantías constitucionales, y que sí tienen que tener razón con determinadas decisiones, tienen la razón. La decisión del 2x1 en ningún momento atenta contra las políticas de memoria, verdad, justicia. No apunta contra las bases de la reapertura de los juicios. Simplemente se refirió a la violación de la garantía de la ley más benigna en el cómputo final de la pena a partir del tiempo transcurrido en prisión preventiva. Punto.
"Las emociones y la compasión no están para los jueces. Un jurista no tiene que tomar partido en base a las emociones, sino en base a las normas y los principios", sostiene Federico Morgenstern.
–¿Existe una manzana podrida, un fruto envenenado del derecho, de la Justicia que haya originado que no podamos superar toda esta violencia, que todavía arrastramos con nosotros?
–No sé si señalar un solo punto de origen. Uno puede ser la decisión de lo que hizo la política en el 73 con los presos del Camarón. Otro, los indultos de Menem, que dejaron en la sociedad una sensación, y sobre todo para mi generación, de que acá no pasó nada, no hay nadie preso. Y eso hizo que cuando llegó el gobierno de Kirchner en 2003… Alberto Fernández cuenta que los jueces que nombró Néstor Kirchner llegaron con el compromiso de dos temas: corralito y derechos humanos. Y ahí se dicta esa decisión con la disidencia de Fayt –que se opuso a la reapertura de los juicios–.
Fue bastante amplia y corajuda la acción jurídica del Poder Judicial durante el gobierno de Alfonsín, empujados por la decisión política de Alfonsín
–En el libro hacé hincapié en el juez de la Corte Suprema, Enrique Petracchi, también como el cerebro de los fallos contra Obediencia Debida y Punto Final…
–Petracchi dictó decisiones súper valiosas desde el punto de vista del derecho penal liberal en los 80. Consumo de drogas, discriminación, divorcio, etcétera. Incluso algunos temas de garantías, allanamientos, autoincriminación, etcétera. Ahora, en materia de lesa humanidad, Petracchi zigzagueó como nadie. Y fue más un político que un juez. La judicatura y el ejercicio mental del jurista no puede ser solamente una cuestión de prudencia y de pragmatismo. Tiene que haber normas y principios neutrales, sostenibles en el tiempo y eso no se verifica en la jurisprudencia de Petracchi en esta materia.
–El libro trata temas muy complejos, da para la polémica, el debate, la contradicción. ¿Qué ideas le gustaría que le queden a los lectores después de leer Contra la corriente?
–Que vale la pena valorar y tener héroes imperfectos. Y sostener conversaciones intertemporales, basadas en argumentos. Como las que yo sostengo en el libro con Jaime, con (el penalista Marcelo) Sancinetti y con otros juristas. Y que tanto Alfonsín como Jaime fueron la mayor expresión del coraje civil de las últimas décadas en el poder político.
Nota: se corrigió el apellido de Agustín Zbar el 12 de enero de 2025 a las 08:58.
ED/MG
Fuente de la Información: elDiarioAR