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El hondero entusiasta

13/12/2011. Rincón Literario > Poesía

Pablo Neruda, con un vocabulario poético inigualable hace un culto de la amistad

1.

Amiga, no te mueras.

 Óyeme estas palabras que me salen ardiendo,
y que nadie diría si yo no las dijera.

 Amiga, no te mueras.

 Yo soy el que te espera en la estrellada noche.

El que bajo el sangriento sol poniente te espera.

 Miro caer los frutos en la tierra sombría.

Miro bailar las gotas del rocío en las hierbas.

 En la noche al espeso perfume de las rosas,
cuando danza la ronda de las sombras inmensas.

 Bajo el cielo del Sur, el que te espera cuando
el aire de la tarde como una boca besa.

 Amiga, no te mueras.

 Yo soy el que cortó las guirnaldas rebeldes
para el lecho selvático fragante a sol y a selva.

El que trajo en los brazos jacintos amarillos.

y rosas desgarradas. Y amapolas sangrientas.

 El que cruzó los brazos por esperarte, ahora.

El que quebró sus arcos. El que dobló sus fechas.

 Yo soy el que en los labios guarda sabor de uvas.

Racimo refregados. Mordeduras bermejas.

 El que te llama desde las llanuras brotadas.

Yo soy el que en la hora del amor te desea.

 El aire de la tarde cimbra las ramas altas.

Ebrio, mi corazón, bajo Dios, tambalea.

 El río desatado rompe a llorar y a veces
se adelgaza su voz y se hace pura y trémula.

 Retumba, atardecida, la queja azul del agua.

 Amiga, no te mueras!

 Yo soy el que te espera en la estrellada noche,
sobre las playas áureas, sobre las rubias eras.

 El que cortó jacintos para tu lecho, y rosas.

Tendido entre las hierbas yo soy el que te espera!

 2.

Es cierto, amada mía, hermana mía, es cierto!

Como las bestias grises que en los potreros pastan,
y en los potreros se aman, como las bestias grises!

 Como las castas ebrias que poblaron la tierra
matándose y amándose, como las castas ebrias!

 Como el latido de las corolas abiertas
dividiendo la joya futura de la siembra,
como el latido de las corolas abiertas!

 Empujado por los designios de la tierra,
como una ola en el mar hacia ti va mi cuerpo.

Y tú, en tu carne, encierras
las pupilas sedientas con que miraré cuando
estos ojos que tengo se me llenen de tierra.

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